Divagando por Puerto de la Cruz

Cuaderno de viajes

Divagando sobre Puerto de la Cruz

24 Feb , 2014  

Empecé mis días en Tenerife sin comprender bien Puerto de la Cruz. La ciudad me bajaba la tensión y su empeño de vieja me empujaba hacia una melancolía inaguantable. Los antiguos edificios de paredes decadentes y la canosa población turística me caían encima cada vez que pasaba por ahí, y se confabulaban con ese cielo plomizo omnipresente que entristecía mis paseos. Solo me faltaba escuchar a Benito Lertxundi para echarme a llorar. En definitiva, Puerto de la Cruz era para mí la ciudad sin horizonte. «Hasta aquí hemos llegado Sol, más allá no hay nada, ni siquiera esperanza», me decía.

Afortunadamente, con el paso del tiempo y mi insistencia por comprender, fui descubriendo las ganas de vivir de la ciudad. No sé si siempre estuvieron allí y no las supe ver, o las recuperó poco a poco, paralelamente a mis perseverantes visitas. Sea como sea, Puerto de la Cruz fue mostrándome su color, su sabor, sus tiendas, sus restaurantes, su animación, su sonrisa -casi carcajada, a veces- , su historia, sus tradiciones a pie de mar. Y así, paulatinamente, me fui enganchando a su renacer y a sus maravillosos rincones que me abren el apetito y me hacen suspirar.

Pero mi relación con esta ciudad no quedó ahí. Inevitablemente, evolucionó. De repente, ya no me conformaba con disfrutarla sino que quería perfeccionarla. Y así fue como empecé a construirla a mi imagen y semejanza. ¿Qué me gustaría encontrar en Puerto de la Cruz si fuera una turista? ¿Qué cambiaría? Y, sin más, apareció la primera idea: mejoraría la avenida de Colón. En la actualidad, la avenida de Colón degenera a golpe de melodías que aceleran el envejecimiento; se trata de música en directo que aviva la añoranza de las personas de la tercera edad que se agrupan en sus terrazas, separándolas de la alegría del presente y las promesas del futuro.

Así que, en mi imaginación, convertí esa avenida en la recta del jazz. Una música que, como los pantalones vaqueros, no pasa de moda, y sirve tanto para rememorar viejos tiempos como para definir nuevas aventuras. De esta forma, Colón se llena en mi mente de notas que van desde el jazz improvisado con rabia, sudor y humo de cigarros, pasando por la Belleville de Django Reinhardt, o el Down, down, down de Count Basie, hasta llegar al melancólico Naima, de John Coltrane. El jazz en todas sus variantes, desde la más pura hasta la más cursi; desde la más dura hasta la más comercial; desde la más alegre hasta la más triste.

Repensar los sitios turísticos es una de mis actividades favoritas. Pintarlos de nuevo para darles otra personalidad. Relanzarlos para ver cómo caen. Y Puerto de la Cruz es, sin duda, uno de los lugares donde mejor se entrena esta clase de imaginación.

Avenida de Colón, en Puerto de la Cruz. Foto: Sol Rincón Borobia.

 

 

 

, , , , , , , ,


Sol Rincón Borobia (@RinconBorobia) es periodista y diplomada en Turismo.

1 Star2 Stars3 Stars4 Stars5 Stars ( Sin valoraciones )
Cargando...

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Si continuas utilizando este sitio, aceptas el uso de las cookies. Más información

Las opciones de cookie en este sitio web están configuradas para "permitir cookies" para ofrecerte una mejor experiéncia de navegación. Si sigues utilizando este sitio web sin cambiar tus opciones o haces clic en "Aceptar" estarás consintiendo las cookies de este sitio.

Cerrar