En 'la purée'

Y yo caí enamorado del ‘Tenerife Wine’

14 Jul , 2017  

Me decía hace años Ferran Adrià una noche en El Bulli, en aquellos tiempos de libre y provocadora gastronomía sin impedimenta ni memoria en que todo el mundo estallaba y se transustanciaba de una remota pero subversiva Cala Montjoi súbitamente universal, que yo debía valorar justa y prospectivamente el momento. “Xavi, nosotros no hemos vivido ninguna de las revoluciones clásicas, pero estamos haciendo y viviendo la última, la nuestra, la de la gastronomía”. Ferran, siempre tan certero, tan preclaro, ya lo veía. Sí, el mundo cambió y fuimos paradigma, aunque ni por las armas ni por las playas aguardando bajo los adoquines. Ya nada fue igual desde entonces. Ni es.

Y, mira, no sé, pero siento de nuevo ese cosquilleo turbador desde hace unas semanas, cuando he tenido la fortuna de estar en el maelstrom del relanzamiento, tres siglos después, del Tenerife Wine, no ajeno por cierto a la insurrección de la Nueva Cocina Canaria. Tenerife Wine, decía. Vinos de Tenerife. Fue Jesús Morales, Consejero de Agricultura del Cabildo de Tenerife, quien me inoculó el bicho. La conversación fue shockeante por impetuosa y sorpresiva. “Vamos a lanzar desde el Cabildo una nueva –histórica, en verdad– marca de nuestros vinos, Tenerife Wine, que fue branding famoso en el siglo XVIII”. Glups. ¿Y eso? “Gracias a los archivos de la familia Cólogan –y de Carlos Cólogan específicamente–, que ahora están en el Histórico de Tenerife, hemos podido documentar prolijamente que ‘Tenerife Wine’ (así lo llamaban) fue el vino que lo rompió todo en el mundo en aquel siglo ilustrado”.

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Alberto Bernabé, Ferran Adrià, Carlos Cólogan y Jesús Morales, durante la presentación del libro de Cólogan.

Toma. La siguiente etapa en mi trepidación, claro, fue Carlos Cólogan. ¡Ah! Ingeniero de profesión pero historiador por pasión, sus transrelatos acerca del ‘Tenerife Wine’ me propulsaron a una hermenéutica asombrosa. “El ‘Tenerife Wine’ no sólo fue el vino más planetariamente exitoso en el XVIII, sino que fue el auténtico motor de la primera globalización canónica que vivió el mundo”. Cólogan el epistemólogo. Pero ésta no es una opinión trivial. No. Los archivos de su familia (desde el XVII en Tenerife, procedentes de Irlanda), marchands de vin en Tenerife, Inglaterra y Estados Unidos (antes, durante y después de su constitución) cronometran pormenorizadamente lo que fue y lo que significó el Tenerife Wine en la época. Y lo hacen desde los apuntes contables, las cartas, las órdenes de compra, los navíos que lo cargaban, los comerciantes que lo movían… Todo, tío. “El Tenerife Wine fue la gasolina de las flotas española, inglesa, francesa y americana”.

Pero, oye, todavía no te he comentado que todo esto está en su libro, el libro (700 páginas), Tenerife Wine, que es el “imprimatur” de toda esta épica que te estoy narrando. El libro es la ontología impresa de los vinos de Tenerife, de lo que fueron y representaron en el XVIII. De los que son, representan y… representarán a esta tierra singular en el globo en el XXI. Dicen que quien no conoce su pasado… ¡Rewind!, camaradas. El Tenerife Wine, sin importar amigos ni enemigos, lo cargaban todas las armadas de pro en Tenerife, ese lugar de mágica estrategia en el Atlántico. El vino, amigos, era la preciosa gasolina para todas las tropas y marinerías de nivel. Así, La Pérouse, Vancouver, Nelson o yo qué sé los que cargaban tantos sueños en sus bajeles. Así lo trasegaba en sus bodegas el afamado capitán Bligh (sí, el del motín del Bounty), el capitán Cook o la First Fleet que conquistó Australia (previo repostaje). Así lo comerciaban Benjamin Franklin, Robert Morris o George Washington (que lo tenía, por cierto, prescrito por su médico como medicina). Así… Todo sin vacilones. Documentado. Cartas. Asientos. Cantidades. Papeles. Anuncios en los diarios de la época. Tenerife Wine. Y dice Cólogan que, más allá del anecdotario, las celebrities y los titulares, fueron los vinos de Tenerife (y Tenerife) quienes jugaron el papel más decisivo en los grandes cambios geopolíticos del XVIII que configuraron un nuevo mundo global.

Y ahora. Con todo esto certificado, relanzamiento 2017 del Tenerife Wine como marca mundial. Las bodegas de las cinco DO de Tenerife a una. Y a saco. Todas esas particularidades geológicas, climáticas y hasta místicas a la nueva conquista del mundo (sumando al ya enorme prestigio y unicidad que tienen los vinos de Tenerife abroad). Detrás (poniendo la overdrive) el Cabildo. A lo enciclopédico, Cólogan. En la front line, los bodegueros. Y apoyando (celebrando), el grandioso Pitu Roca (El Celler de Can Roca), nombrado embajador del Tenerife Wine (junto a Caco Senante) la pasada semana en la presentación de la marca y el libro, y el sumiller de El Bulli Foundation, Freddy Centelles. ¡Oh! ¡Y hasta Ferran Adrià, por Júpiter! Junto a todos esos gurús internacionales, el tout Tenerife gastronómico, porque ahora va de que restaurantes y hoteles de la isla (y tú) inunden sus cartas con los Tenerife Wine. ¿No? Rien va plus. Sólo con que una parte de los millones de turistas que nos visitan puedan verlos en las listas, probarlos (gozarlos) o comprarlos, habrá valido la pena tamaño esfuerzo histórico y contemporáneo. ¡Venga! Nunca lo habíamos tenido tan fácil…

Resuena de nuevo Ferran Adrià… ¿Valoramos justa y prospectivamente el momento?

*En la foto destacada, Pitu Roca y Carlos Cólogan.

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Xavier Agulló es periodista, escritor gastronómico y fundador de Plátano Volador

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