Todo comunica, lo quieras o no. Esto significa que cualquier hotel está impregnado de una comunicación interpersonal que afecta a toda su estructura y que transmite una serie de ideas que afectan a la imagen que se tiene del establecimiento. En la medida en que se sea consciente de la necesidad de contar con habilidades personales de comunicación para ejercer la portavocía, se podrá actuar para influir en estas percepciones con el fin de hacer coincidir lo que se desea comunicar y lo que llega a los públicos.
A día de hoy, lo cierto es que cada vez se escucha menos y se mira más. Por eso, cuando se habla en nombre de un establecimiento alojativo, no es que no importe lo que se tenga que decir, es que lo que se comunica más allá de lo que se dice adquiere un valor por encima de lo explícito. Y esto es así a cualquier nivel de la estructura del hotel, ya sea a los clientes, a los proveedores o a los medios de comunicación, por ejemplo. De ahí la necesidad de formarse para desarrollar las habilidades personales que precisa el portavoz en las que, desde un punto de vista técnico, las formas son más importantes que el contenido.
Hablamos de la regla de Mehrabian de la comunicación no verbal en el contexto de las emociones y los sentimientos, que demuestra que sólo un 7% de lo que recibe el interlocutor procede de la palabra, mientras que el 93% restante proviene de lo que no se ha dicho, esto es, los gestos y el tono. Unas aptitudes comunicativas que formarán la actitud que trasciende al mensaje, que es lo que acabará siendo determinante para la tan necesaria credibilidad corporativa.
Ya anteriormente, en Woll Consultores hemos ofrecido pautas para saber quién debe actuar como portavoz, dependiendo de lo que se quiera comunicar y de a quién vaya dirigido, así como ejemplos de los factores que derivan en una mala portavocía. Ahora nos centraremos en lo que da buen resultado a través de tres claves para lograr trasladar los mensajes que desea la organización y evitar respuestas inadecuadas:
Nada de lo anterior es posible si no se entrena. Para desarrollar de manera eficaz estas habilidades personales no basta con poseerlas, hay que practicarlas al servicio de la organización. De ahí la necesidad de la formación de los portavoces.
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