¿Me lo dices o me lo cuentas?

Pajaritos a bailar

6 Nov , 2020  

El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Probablemente en este caso no se ofenderá ninguna feminista por no utilizar el lenguaje inclusivo, pero siento decir que en tamaña sentencia estoy incluyendo a todos y a todas, hombres y mujeres, heteros, gays y lesbianas, transgénero, bisexuales, hermafroditas, asexuales, poliamorosos y a quienes le dan a todo… Porque no aprendemos. Porque en marzo teníamos la excusa de que nadie estaba preparado para esto, que no se podía anticipar, que el virus era desconocido… Pero ya no. Lo de la segunda ola para el otoño se venía anunciando desde junio, pero para variar nos ha vuelto a pillar a todos en bragas −y calzoncillos, o directamente sin ellos−.

En febrero, cuando todavía no éramos conscientes de la gravedad del tema −porque se empeñaban en decirnos lo de que era como una gripe−, mirábamos todos a China y a Italia como si fueran bichos raros, en plan “qué les pasa a estos, ¡angelicos…!”, y luego tremendo zasca nos llevamos todos −aunque unos más que otros−. En las últimas semanas toda Europa ha estado flipando con nosotros, debatiendo por qué estábamos como estábamos cuando los demás iban tan bien, qué hacíamos tan diferente, qué nos echamos en el café −“ay, estos españoletes tan fiesteros y vaguetes, si es que no se enteran…”−, hasta que a alguien le dio por pensar: “¿Y no será que eso es el comienzo de la famosa segunda ola, que simplemente y por el motivo que sea se ha adelantado en España, igual que la otra vez se adelantó en Italia, pero que al final nos afectará a todos?” Anda, pues va a ser que sí. Otra vez.

Ni España ni Europa hicieron la tarea de cara a la Nueva Normalidad −la cual en realidad nunca llegó a existir ni probablemente existirá− para permitir la movilidad entre países y territorios de una forma segura y coordinada. En Canarias no se aprovechó el momento inicial, aunque se habló de un rimbombante Laboratorio Global de Seguridad Turística que por lo que se ve básicamente consiste en verlas venir.  Tuvimos una segunda oportunidad y podríamos haber aprovechado el parón al que nos forzaron nuestros principales mercados emisores para diseñar un sistema de entrada a las islas que permitiera controlar la situación epidemiológica, dando seguridad a residentes y turistas por igual, y comunicarlo con la suficiente antelación y nivel de detalle para que todos nuestros potenciales clientes, así como turoperadores y líneas aéreas, dispusieran de la información necesaria para trabajar en ese escenario generando confianza y, con ella, demanda.

Ni España ni Europa hicieron la tarea de cara a la Nueva Normalidad −la cual en realidad nunca llegó a existir ni probablemente existirá− para permitir la movilidad entre países y territorios de una forma segura y coordinada

Pero una vez más faltó previsión y se esperó a que se volvieran a abrir los corredores turísticos, justo cuando la cosa estaba epidemiológicamente peor en los mercados emisores, para ver qué hacer. Y claro, se hizo a medias y mal, centrándose en las personas que se alojan en alojamientos turísticos reglados −justo donde mejor se controlan los protocolos y menos posibilidad hay de contagio−, trasladando además a estos la responsabilidad de verificar una documentación de índole sanitaria e incluso la de controlar su realización en caso de que el turista venga sin ella.

Sin embargo, esa familia inglesa que se aloja en una vivienda vacacional no reglada o la pareja belga que viene a su segunda residencia se puede evitar el coste y el trastorno del test y organizar esa misma noche una cena con amigos. Pero si yo vuelo con mi hermana desde la Península y se queda en un hotel, ella se tiene que hacer la prueba, pero yo no porque soy residente −y porque yo lo valgo, todo hay que decirlo−. Aunque si se queda en mi casa ya no es necesario. Siendo la misma persona y viniendo del mismo sitio con un virus desbocado.

Ahora nos han vuelto a cerrar el grifo con el confinamiento de nuestros principales mercados emisores, pero quizá sea una nueva oportunidad para ampliar este procedimiento a todas las llegadas y lograr, de una vez por todas, ser un verdadero destino seguro para disfrute de nuestros turistas, así como sentar la base para la tan ansiada recuperación económica de nuestras islas de cara a este invierno. ¿La aprovecharemos?

A esto le sumamos el batiburrillo −más ‘burrillo’ que ‘bati’− de medidas ingeniosas que se van copiando los países, comunidades y ciudades entre sí, de manera que si una capital europea decide, por ejemplo, aplicar un toque de queda, automáticamente empiezan a surgir toques de queda por doquier, a cual más duro, sin analizar su idoneidad o si se adapta a las circunstancias de cada ciudad, comunidad o país. Y si una comunidad decreta el confinamiento perimetral, en un pispás tienes otras trece haciendo lo propio, incluso en versiones intermitentes por días, aunque así no se esté evitando la movilidad en su interior y puedan provocar una mayor afluencia e incluso aglomeraciones en determinadas áreas, tal como pasó en el centro de Madrid en el puente del Pilar.

Nos han vuelto a cerrar el grifo con el confinamiento de nuestros principales mercados emisores, pero quizá sea una nueva oportunidad para ampliar este procedimiento a todas las llegadas y lograr (…) ser un verdadero destino seguro para disfrute de nuestros turistas

Ahora toca el turno de los confinamientos domiciliarios −por lo menos más efectivos epidemiológicamente hablando−. No digo que no haya que ir adaptando algunas medidas a la situación sanitaria, pero lo lógico sería establecer como base unas normas lo suficientemente seguras y efectivas, aunque quizá también más estrictas, que se puedan mantener en el tiempo y permitan a los negocios adaptarse y trabajar en consecuencia, reforzando la labor de control y capacidad sancionadora de las autoridades, en lugar de este baile de relajaciones y restricciones que nos vuelve locos y destruye la economía y la moral. La tónica general a nivel mundial es de mucha reacción y poca prevención.

Pero vamos a ser positivos. Vamos a confiar en que se logrará que todo el que venga a Canarias se haga test en origen −y ya puestos a pedir, todo el que vuele en Europa y en el mundo−. Vamos a creer que no habrá una tercera ola −y que si la hay no nos quedaremos todos como lerdos mirando a los desgraciaditos a los que les toque ser los primeros−. Y vamos a rezar por que a Macron no le dé por decretar el baile de Los Pajaritos como medida de prevención del virus, que ya me veo yo a toda España sacudiendo las plumas y removiendo la colita.

En fin, ahora los dejo, que me voy con mi hermana a cenar a casa de los belgas esos que llegaron ayer −qué majos son−. Se está quedando con ellos un primo suyo que vive en Francia y estará también una familia inglesa que se escapó de allí para evitarse el confinamiento, por lo visto se alquilaron un apartamento por su cuenta. Joao el de Madeira dijo que no puede venir, que aunque lleva doce días visitando amigos por Gran Canaria y Lanzarote, aquí en Tenerife al llegar al hotel le han obligado a hacerse un test y no puede salir de la habitación hasta que tenga el resultado. Tranquilos, seremos menos de diez y lo tenemos todo controlado. ¿Qué puede salir mal?

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Fernando Josa Marín es director de hotel

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2 Comentarios

  1. Helia Pereira dice:

    Enhorabuena Fernando!! Y gracias por ponerlo tan simples, clarito y con ese humor… fenomenal!

  2. Raffaella dice:

    Que Bonita imagen de lo que esta pasando. ..

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