Ya estamos remontando la cuesta de enero, pero este año de momento sigue tal como acabó el anterior: con la mayor inflación en 35 años, el incomprensible despiporre chino, la nueva variante del covid (si ya me quejaba yo del netflixiano nombre de Ómicron ahora ya con el mitológico Kraken no queda otra que prepararse para lo peor)… Incluso el pelotazo musical de la motomami despechá del año pasado ha tenido su continuidad en este 2023 con el golpe maestro (de marketing y caja) de la loba que vale por dos de veintidós, que se dejó de indirectas y la clavó literal y figuradamente con un tema que supone un verdadero ‘Sálvame’ musical, que a poca gente ha dejado indiferente.

No voy a entrar en si está bien o mal moral y éticamente lo que ha hecho, aprovechando su fama y virtudes vocales para airear trapos sucios y ridiculizar al ex, pero sí me ha quedado claro que más vale llevarse bien con la Shakira y no saltársela en la cola del súper so pena de acabar siendo el protagonista de su próxima colaboración con Quevedo (el del reguetón y el trap, no don Francisco).

Hay muchas maneras de fastidiar al prójimo de manera rentablemente malintencionada; si no que se lo digan a Harry y Meghan, pero me parece especialmente interesante la forma utilizada por la colombiana de canalizar la rabia, trabajar la autoestima y expresar el malestar y la decepción. Yo este año lo estrené ya el primer día con un motín de siete u ocho clientes en el lobby del hotel gritándome e insultándome con todas sus fuerzas (incluida una menor cuya voz desde luego no lo era), incluso casi llegando uno de ellos a las manos. Hubiera sido diferente, incluso bonito, si me hubieran dedicado un canto coral con sus “zascas” y hasta algún que otro insulto, pero con un adecuado reparto de voces: la señora inglesa de la 102 hubiera sido perfecta como mezzosoprano y al padre finlandés de la 212 lo veo más como barítono. Yo podría, a su vez, haber contestado con una jota de picadillo, versión aragonesa adelantada de las batallas de gallos de rap. Imagínense igualmente si, en lugar del bochornoso espectáculo al que nos tienen acostumbrados sus señorías en el Congreso de los Diputados intentando ser a cual más locuaz, se marcaran un Pimpinela en la próxima sesión de control al Gobierno. Seguirían sin solucionar los problemas, pero al menos nos reiríamos.

Yo este año lo estrené ya el primer día con un motín de siete u ocho clientes en el lobby del hotel gritándome e insultándome con todas sus fuerzas

También podríamos grabar pequeños videoclips (perdón, reels, es que soy un poco arcaico) musicales para reclamarle la correspondiente indemnización -por el último retraso- a la línea aérea española que tan bien se hace la sueca y que hace del spanglish su bandera (más efectivo seguro que sería) y al poner una hoja de reclamaciones podríamos adjuntar también la partitura o, los que nunca aprendimos solfeo, un archivo en mp3 con la música deseada como banda sonora.

Todo esto estaría muy bien, pero sé que no va a pasar; el mundo, lamentablemente, seguirá manejando sus problemas y frustraciones como hasta ahora: los clientes (algunos) pensando que cuanto más gritan más razón tienen; los diputados bajando el micrófono firmemente y con gesto autocomplaciente al sentarse tras terminar la mediocre intervención que solo ellos consideran ocurrente, mientras los de su bancada aplauden al tiempo que sonríen y asienten con la cabeza; y muchos poniendo barbaridades en las redes sociales por el efecto de desinhibición que produce el anonimato disociativo o la disolución de la identidad personal dentro de la masa (igualito que mis clientes gritones del lobby).

Pero hay algo que sí veo muy positivo este año: aún con esta peculiar crisis mil veces anunciada pero siempre en ciernes, que está mermando nuestro poder adquisitivo, no nos impide seguir viajando, saliendo y disfrutando en una suerte de renovado carpe diem heredado de la pandemia (el “que nos quiten lo bailao” de toda la vida). Quizá tenga algo que ver el recién estrenado año nuevo chino, regido por el símbolo del conejo de agua, y que de acuerdo con el horóscopo chino se espera que sea un año de prosperidad y nuevas oportunidades. Y Shakira, mientras tanto, podrá tener un respiro e ir calentando motores para el 2031, que será el año del cerdo.

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Fernando Josa Marín es director de hotel

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