En el momento de escribir estas líneas todavía se están celebrando las elecciones generales y no se sabe por tanto quién es el vencedor o vencedora (aunque para eso tenemos las encuestas del CIS). Hubiera sido un tema interesante y actual para el post de hoy, pero tampoco hay mucho que decir cuando no te gustan la política ni los políticos actuales y acabas votando no por convicción, sino por descarte. Para eso mejor hablar del calor.
Sin embargo, hay una noticia de los últimos días que sí me llamó la atención y me parece digna de análisis y debate −vamos, que me voy a meter en un berenjenal−, y es la elección de Rikkie Valerie Kollé, una mujer trans, como Miss Países Bajos. Si había un país que pudiera hacer esto era precisamente ése, ejemplo de progresismo, tolerancia, sostenibilidad y todo lo que huela a modernidad −no en vano fue el primer país del mundo en legalizar el matrimonio homosexual allá en 2001, España sería el tercero−. Pero incluso allí se ha armado la marimorena, llegando incluso a la mofa y al insulto −aunque no debería sorprendernos, pues hoy en día hasta la cosa más tonta y a priori inocua es motivo de escarnio en redes por parte de valientes pseudoanónimos y trolls−. En todo caso fue España pionera en este tema con la andaluza Ángela Ponce, que en 2018 fue elegida para representar a nuestro país en la Gala de Miss Universo. No recuerdo yo de hecho tanta polémica en aquel momento en nuestro país, en parte quizá porque también somos un país bastante “modelno” en lo que a apertura de mente se refiere, y también supongo que porque básicamente a la mayoría de la gente se la refanfinflaba el concurso en cuestión, aunque curiosamente sí se generó mucha crítica y debate en otros países que lo consideraban una afrenta al orden social y a la lógica biológica.
Si el concurso de Miss Universo admite la posibilidad de que se presenten mujeres trans entonces no veo ningún motivo para criticar a la ganadora −o no más que si hubiera sido cualquier otra−, y si esa norma es conocida por todas las aspirantes entonces tampoco hay razón para que ninguna candidata se sienta molesta o engañada. Estos concursos son sospechosos de cosificar a la mujer −y al hombre, claro, que también los hay en su versión masculina, aunque en ese caso no suele molestar tanto la cosificación en cuestión− y de ser un tanto casposos en nuestra moderna e igualitaria sociedad actual; sin embargo, es curioso que se estén convirtiendo en el trampolín artístico y activista del colectivo trans, tan necesitado precisamente de una sociedad poco casposa y abierta. Rikkie es objetivamente muy guapa, tiene un toque exótico muy peculiar y si el concurso trata principalmente de belleza, pues adelante, que gane la más guapa, independientemente de quién fuera antes, pues no es su historia lo que se juzga. Lo decepcionante sería que hubiese sido elegida por el hecho de ser trans, pues a veces, en un intento de ser justos y dar visibilidad a una situación determinada, se consigue todo lo contrario, estigmatizando aún más al colectivo al que se pretende ayudar. No creo que sea el caso: la chica tiene una gran belleza y desparpajo y si no hubiera trascendido su antigua condición sexual estarían todos los holandeses la mar de felices con el bombón que los representará en el certamen internacional.
Me llama la atención que mujeres feministas que reclaman el derecho a un trato justo e igualitario se lo nieguen a estas otras mujeres que sufren indudablemente también muchísimas injusticias a lo largo de sus vidas, quedando condenadas muchas de ellas a un negro futuro en la calle. Deberíamos alegrarnos todos de que Angela sea una cotizada modelo para marcas de renombre y que Rikkie Valerie tenga un futuro prometedor. Será un gran logro cuando deje de importarnos si esa actriz, aquel escritor o la nueva directora del hotel de al lado nacieron diferentes y los/las valoremos por su valía, su trabajo y como personas. El mundo de la hostelería y el turismo, por su carácter intrínsecamente abierto y tolerante, es quizá de los más inclusivos, pero el objetivo sería lograrlo en todos los niveles y con todo el mundo.
Hay temas como el aborto o la política que son muy de convicciones y en los que se puede debatir, pero es prácticamente imposible que nadie acabe cambiando su postura. Este podría parecer también uno de ellos, aunque en este caso se trata sobre todo de −falta de− formación e información. Las personas trans nacieron en un cuerpo biológico que no se corresponde con el mental. No es una cuestión de preferencia sexual, sino de identidad. Y se les debe ayudar en este proceso, que será siempre muy duro aun cuando la familia apoye a esa persona −lo cual no es normalmente el caso−, simplificando en la medida de lo posible los requisitos. Sin embargo, no estoy en absoluto de acuerdo con la ley trans tal cual se redactó.
Las personas trans tienen clara su situación y su voluntad no debe coartarse, pero toda ley debe prevenir el uso indebido de sus principios, y eso no está garantizado con la redacción actual de la norma, que facilita enormemente que otras personas totalmente ajenas a esta situación se aprovechen directa o indirectamente de la facilidad para cambiar el género oficial y documental y que puedan beneficiarse de determinadas ventajas económicas o sociales, o incluso evadir o disminuir responsabilidades legales por el mero hecho de expresar su deseo de convertirse oficialmente en mujer. Es un texto que permite la trampa y España está llena de tramposos. Lamentablemente no contempla mecanismos para perseguir fraudes en el cambio de sexo registral y por tanto pervierte el fin de la norma y desprotege a las mujeres.
Todos debemos tener los mismos derechos independientemente de género, raza, credo o cualquier otra circunstancia, y si luchamos por que las mujeres sean tratadas de manera justa e igualitaria no debemos excluir a ninguna independientemente de que antes fueran ellos o elles. Es cierto que el tema trans tiene muchas aristas y recovecos, sobre todo a nivel fisio-biológico, pues normalmente los hombres son más altos, más fuertes y más veloces (hablo por supuesto en términos generales), con lo cual una mujer que nació hombre contaría a priori con ventaja en el plano deportivo, por ejemplo, algo que de hecho ya se ha constatado con casos reales. Pero el hecho de que se planteen problemas no es motivo para cancelar el derecho de un colectivo a ser tratado de manera justa, sino para gestionarlos. Nadie dijo que fuera fácil.
Queda mucho por hacer, pero el mundo se cambia pasito a pasito (suave suavecito). Hasta Barbie tiene ya su versión trans, quizá algún día nos sorprenda (o no) el pasado de Ken.
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