Delante, el volcán del Teide, algo nevado todavía, y el mar. También parte de la costa tinerfeña, preciosa, envidiable desde lejos. Pero detrás… detrás mandan las paredes desconchadas, los edificios ruinosos, las alambradas, las piscinas vacías y descuidadas, los fríos y mal iluminados túneles que descorazonan y te invitan a salir de ahí corriendo. Mejor, entonces, quedarse mirando hacia delante, hacia el Atlántico, y olvidarse de lo que hay a la espalda cuando uno se asoma al mar en esa especie de mini paseo marítimo que conduce a la playa cerrada de Mesa del Mar, en la costa de Tacoronte (Tenerife).
El camino hasta Mesa del Mar miente con maestría durante su recorrido, prometiendo dulces sensaciones a su término, asegurando que, al llegar, el turista obtendrá su remanso de paz, un envolvente entorno marino, mimado y cuidado con esmero. Y como prueba, en una de sus últimas curvas deja espacio para aparcar el coche y asomarse al paisaje de esta zona de costa, que se extiende allá abajo y silba una suave melodía para convencer al visitante de que allí se esconde parte de la tierra prometida. Pero, como digo, el camino engaña con naturalidad y sus promesas, una vez alcanzado el destino, se diluyen como espejismos.
Mesa del Mar pudo haber sido. Pudo haber retenido al turista para no soltarlo jamás. Pudo haberse introducido en los recuerdos del visitante para dejarle las ganas de volver bien dibujadas en su agenda, como si fuera una cuenta pendiente en su vida. Sin embargo, como pasa en muchos lugares de Tenerife, Mesa del Mar convierte la sonrisa en una mueca de disgusto. Sus piscinas desoladas y mal cuidadas, su entorno marchito y triste, sus edificios con carteles de ‘se vende’ o ‘se alquila’ cayéndoles lágrimas de cemento y dejando ver sus miserias interiores. Y luego, ese túnel. Ese túnel que recorre el alma podrida de un inmueble de viviendas para dar al mini paseo marítimo. Ese túnel de corrientes y paredes deprimidas, de luces mortuorias y pasos perdidos, que resume perfectamente el lugar.
Así, el turista se va con la decadencia de la costa tinerfeña reflejada en su cámara de fotos y en sus ojos. Se marcha de allí con el anhelo de descubrimiento destruido o, como mínimo, anquilosado. Se larga de Mesa del Mar teniendo la certeza de que han dejado morir un lugar que pudo haber complementado el fantástico paisaje del Teide y el Atlántico con pinceladas de innovación y orgullo.
Imágenes del abandono de Mesa del Mar. Fotos: Sol Rincón Borobia
abandono, Atlántico, costa de Tenerife, Mesa del Mar, paseo marítimo, Tacoronte, Teide, tenerife
Si continuas utilizando este sitio, aceptas el uso de las cookies. Más información
Las opciones de cookie en este sitio web están configuradas para "permitir cookies" para ofrecerte una mejor experiéncia de navegación. Si sigues utilizando este sitio web sin cambiar tus opciones o haces clic en "Aceptar" estarás consintiendo las cookies de este sitio.
[…] un tiempo, en este mismo blog, la periodista Sol Rincón Borobia escribió un post sobre Mesa del Mar, ese barrio costero del municipio de Tacoronte, colindante con el barrio de pescadores de El Pris, […]