“Lo mejor que puedes hacer por los demás no es enseñarles tus riquezas, sino hacerles ver la suya propia” (J. Wolfang Goethe)
Los distintos enfoques y teorías del liderazgo, así como la evolución de su término con el paso del tiempo, nos hace a menudo plantearnos cuestiones que ya son comunes en diversos talleres, charlas, reuniones…, cuestiones de diversa índole como por ejemplo cuál es el mejor liderazgo, qué características deber tener un buen líder, si el líder nace o se hace, y un largo etcétera. Al final, todo se resume en ciertas cualidades que debemos incorporar y trabajar para llegar a ser un buen líder.
Y aquí es donde me paro a reflexionar qué es lo primero que debe trabajar un directivo, da igual el cargo que ostente. Hago referencia a cualquier persona que dirige un equipo de personas para que caminen juntos hacia un mismo fin. Puedo hacerme esta pregunta mil veces y en mi reflexión siempre encuentro la misma respuesta: la humildad. Esa es en mi humilde opinión: es la primera virtud a cultivar, a trabajar y la que conlleva a otras que se irán sumando después, como pueden ser la generosidad, la sencillez, la naturalidad, franqueza y sobre todo el saber escuchar.
Humildad no implica ser débil, no implica perder poder ni autoridad, ni respeto.
Humildad es desprenderte de ese ego que te hace creer que eres mejor que otros, ése que te impide tener buenas relaciones interpersonales, ese que te hace persona prepotente
Humildad es autoconocimiento, aquel que te permite conocer tus capacidades y debilidades y actuar en consecuencia (autoliderazgo).
Humildad es capacidad de aprender y desaprender. Esto como algo continuo, siempre revisándote y mirándote hacia dentro para ser mejor profesional y mejor persona.
Humildad es capacidad para creer en el potencial de tu equipo y creer que el resultado es fruto del trabajo de todos. Ser emocionalmente sensible con las necesidades de tu equipo y fomentar su crecimiento y aprendizaje.
Lo primordial en cualquier relación, sea personal, profesional, relación jefe-empleado, relación compañero-compañero, relación marido-mujer, relación empleado-cliente, relación padre-hijo, relación profesor-alumno… es saber conectar con las personas hasta tocar fondo y descubrir las grandezas que hay en ellas. No es tarea fácil, pero tampoco imposible. Y no es fácil porque el primer paso has de darlo tú. Mira esta foto: ¿cómo te ves cuando te miras al espejo? Y el resto que te rodea, ¿cómo te ve? ¿Lo has podido comprobar?
Ya la inteligencia emocional ha demostrado que somos seres emocionales con capacidad para razonar y, por este motivo, en las selecciones de directivos gana mayor protagonismo la capacidad de interrelación emocional sobre la capacitación técnica. Esto enfatiza más en que dirigir con humildad te permite conseguir mejores resultados en tus relaciones y por tanto en la empresa y en tu vida, porque llegas a conectar emocionalmente con la otra persona y esto genera una sinergia, una confianza y un compromiso que no logras de otra manera.
El resultado de dirigir con humildad te permite presumir de disponer de personas que quieran hacer en lugar de personas que hagan. Y la diferencia es abismal. Es el momento de tomarnos un break y mirarnos al espejo.
«Cuando somos grandes en humildad , estamos más cerca de lo grande” (Rabindranath Tagore)
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Me ha encantado el post. Creo que es un gran acierto incorporar a Dimple en las reflexiones del Blog de Ashotel. Enhorabuena y a seguir compartiendo inquietudes ;-))
Gracias Guacimara ! me alegro que te haya gustado. Debemos crear conciencia..! un abrazo