En la última edición de Fitur, varios profesionales del sector turístico me preguntaron mi opinión sobre el estado actual de la coyuntura turística de Puerto de la Cruz, supongo que con un interés motivado por mi condición de nativo y residente en el municipio. Así, y en público pago a mi compromiso con estos profesionales, en las siguientes líneas quisiera compartir mi opinión al respecto.
Es sabido que los portuenses tenemos un acentuado espíritu crítico y también que en los últimos años nos hemos vuelto un poco descreídos, esto último tal vez acentuado por el abandono y la desidia que campan por nuestro municipio, un lugar que durante muchas décadas fue la locomotora económica del norte de la isla y un destino de referencia a nivel internacional. Ahora bien, tan real es que hubo cierto abandono, como que no hicimos lo necesario para evitarlo: nos aferramos a la complacencia y a buscar enemigos que surcaban nuestras emociones en un bucle que aún a día de hoy no ha terminado de romperse.
La actual coyuntura turística es notablemente distinta. El destino ha crecido de manera considerable (no aportaré datos, pues son públicos y deseo que este artículo sea lo más ameno posible para los interesados en mi opinión, sean o no profesionales del sector turístico): hay una mayor ocupación, el precio medio por habitación y día ha crecido sustancialmente y el sector está generando beneficios que en no pocos casos sirve para afrontar con garantías el pago de las deudas acumuladas. Pero también es cierto e incuestionable que la bonanza de hoy se debe a la desgracia ajena y en gran medida al efecto reboso que se ha generado en otros destinos turísticos.
Dicho esto, hay que señalar que lo sucedido en los últimos años es grandioso y digno de alabar y merece mi público reconocimiento. El 11 enero de 2016 publiqué un artículo titulado Puerto de la Cruz, destino turístico en el que, de la misma manera que hago hoy, trataba de plasmar la situación turística de mi ciudad. En aquel momento no pensé que el texto fuera especialmente crítico, pero con el paso de los días me percaté de que no había sentado nada bien a un sector de la sociedad y de la industria hotelera. Algunos se lo tomaron como algo personal y la verdad es que no era mi intención; unos se ofendieron y me evitaron; otros fueron a mi encuentro y me solicitaron un intercambio de pareceres que personalmente me pareció enriquecedor; otros buscaron mi complicidad y un líder que nunca encontraron ni encontrarán, pues en mi ánimo siempre ha estado sumar y no restar.
Posteriormente, el 9 de junio de ese mismo año, publiqué otro artículo titulado Puerto de la Cruz esboza una sonrisa con motivo de la presentación del Plan Estratégico, un plan que aplaudí en este mismo canal y que me llenó de esperanza y de ilusión. En la actualidad ya son visibles los cambios producidos: se ha tenido la valentía, la visión y la inteligencia de aprovechar la coyuntura ajena para preparar el futuro, un futuro que está trazado, planificado y es medible. El gobierno local ha trabajado de forma planificada y coherente, sin grandes alharacas pero de manera eficaz, mientras que la oposición fiscaliza y vela por el interés común; desde el Cabildo de Tenerife, el equipo de gobierno ha apostado firme y decididamente por el destino, incluso cuando desde el municipio las voces críticas eran descarnadas; el Gobierno de Canarias también ha participado activamente, del mismo modo que en su momento el Gobierno Central tuvo su cuota de participación. No pocos empresarios hoteleros, aunque tal vez menos de los que deberían, han apostado por remozar sus complejos, una decisión a la que se han sumado empresarios de otros sectores productivos, y en la que espero que de forma masiva también se implique la población local. El municipio marcha a buen ritmo para reinventarse y reposicionarse, con la inestimable ayuda de los profesionales de Turismo de Tenerife y el liderazgo del Consorcio de Rehabilitación de Puerto de la Cruz. La ciudad como destino turístico avanza con paso decidido y firme hacia su recuperación, haciendo lo que toca, trabajando siguiendo el plan previsto, marcando metas e hitos que se cumplen en su mayoría y no cayendo en la complacencia. ¡Por fin se es proactivo!
Un buen ejemplo de todo esto son las acciones desarrolladas en esta edición de Fitur, donde se presentó la ciudad como destino de Turismo Salud (¡estimado amigo Pedro, cuánto tiempo hemos dedicado a tratar este tema que algunos alumbrábamos con meridiana claridad y que otros criticaban de forma sangrante!), un asunto que personalmente he tratado con varios reputados médicos, eminentes profesionales de la salud que me confirmaban que era un destino óptimo para el desarrollo de esta actividad complementaria.
Otro ejemplo es la exitosa acción, propia del marketing de guerrilla, Mascarita Ponte Tacón que se desarrolló en la popular plaza de Ópera, en Madrid, con un notable impacto en medios que difícilmente podría haber sido afrontado económicamente en forma de campaña convencional. No tengo datos, pero la experiencia me dice que es bastante probable que se haya triplicado o cuadruplicado la inversión. Todo un éxito, ¡enhorabuena!
Y entonces, ¿cómo se vislumbra el futuro? Pues desde mi punto de vista se presenta halagüeño, si se siguen las directrices marcadas, si sumamos y no restamos, si aunamos esfuerzos y si la ciudadanía, los empresarios y los políticos trabajamos en conjunto. Si hacemos piña, el futuro, más temprano que tarde, nos verá esbozar la definitiva sonrisa a la que hacía referencia en el artículo citado.
Pero claro, como natural de Puerto de la Cruz no puedo terminar sin hacer referencia a dos posibles recomendaciones de mejora -siempre desde la suma y el positivismo- que podrían apuntalar lo bien hecho hasta el momento:
*Imagen destacada: participantes de ‘Mascarita, ponte tacón’, el pasado 18 de enero en Madrid. Foto: Alfonso Bravo
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