Toda esta situación generada por la pandemia de COVID-19 nos ha colocado ante ‘la crisis de nuestras vidas’ y si logramos salir de ella con la cabeza encima de los hombros, a buen seguro que tendremos unos cientos de anécdotas que contar a nuestros nietos.  

Si hay algo que me ha impactado sobremanera en esta crisis sanitaria y económica ha sido la velocidad a la que se producen los acontecimientos. Desde que nos confinaron en nuestras casas el pasado 14 de marzo mediante el decreto de estado de alarma, los acontecimientos se han ido produciendo a una velocidad vertiginosa, hasta el punto de que lo ocurrido ayer parece que sucedió hace semanas o meses, y el volumen de información diaria y procedente de muchos frentes genera esa extraña sensación. Nunca antes había leído tantos BOE y a horas tan intempestivas como la medianoche, esperando la publicación de un nuevo real decreto ley u orden ministerial que contribuya, si cabe, a aclarar el panorama que se nos presenta. 

Mientras atravesamos este ‘particular desierto’ sanitario y económico, a los que no somos sanitarios nos toca poner lo mejor de nuestra parte para, aparte de quedarnos en casa y no contagiarnos y no contagiar el maldito bicho, pensar en cómo vamos a salir de esta preocupante situación económica que la pandemia nos ha dejado. 

Efectivamente, el sector hotelero español y el canario, en particular, se enfrenta a una situación inédita, la de un cero absoluto con todos los hoteles cerrados y sin un turista, pero lo que es aún peor es la incertidumbre que genera el no saber cuándo revertirá esta situación. Y esto es así, porque no solo va a depender de todo lo que nosotros podamos hacer por nosotros mismos, sino también de lo que nuestros turistas también puedan hacer por nosotros.

Efectivamente, nuestra dependencia de los mercados emisores extranjeros es total, así como de las compañías aéreas y turoperadores que los traen a Canarias. La cuestión está en que esos mercados y esas compañías llevan varias semanas de decalaje con respecto a la situación que tenemos en nuestro país y ello influirá notablemente en la evolución del sector turístico, pues tendrán no solo que recuperarse sanitariamente hablando, sino también económicamente y, por supuesto, recuperar la confianza para subirse a un avión para venir a Canarias. Y todo eso supone tiempo. 

Desde prácticamente el minuto uno de la crisis, no han faltado los gurús que vaticinan según diversas modelizaciones más o menos fundamentadas cuándo y cómo vamos a salir de esta situación. También las grandes consultoras han puesto su maquinaria a trabajar –lo cual me parece oportuno y hasta necesario– para ofrecer a las maltrechas economías empresariales soluciones y consejos. Mi lado de economista me obliga a leer dichos informes para intentar comprenderlos. Algunos me recuerdan al experimento propuesto en 1973 por el profesor Burton Gordon Malkiel en su libro Un paseo aleatorio por Wall Street. Este buen profesor retó a los analistas financieros de Nueva York a mejorar la evolución de una cartera de valores propuesta por un simio que lanzaba dardos con los ojos vendados contra una diana en la que figuraban la lista de acciones de The Wall Street Journal. Basta decir que las azarosas decisiones del mono superaron en rentabilidad al 85% de los fondos en su evolución anual, así como a los principales índices bursátiles norteamericanos… y ahí lo dejo. En defensa de los analistas diré que en la evolución a largo plazo de la cartera (superior al año), los humanos sí superaron al simio. 

Pero por encima de todos esos estudios, yo tengo la certeza de que sí vamos a salir de esta situación, pero no porque lo diga tal o cual gurú, sino porque confío plenamente en las personas que componen la industria turística canaria. Conozco la profesionalidad de los barmans, los cocineros y las cocineras, las camareras y los camareros de pisos, los camareros y camareras de restaurantes y bares y todo un largo despliegue de profesionales, imposible de nombrar al completo, que construyen día a día el sector turístico y hotelero canario. Y porque ellos, a diferencia de otros que tan solo opinan, se están jugando su futuro y el de sus hijos, y saben que su margen de error es muy estrecho. 

También es tiempo ahora de liderazgos, de que representantes públicos y privados asuman su papel y tomen las mejores decisiones para los colectivos que representan. Algunos ejemplos los tenemos cerca, lo están haciendo de una manera altruista y sin alharacas, guiando a un colectivo empresarial hotelero para, todos juntos y cada uno desde su puesto salir de esta situación. A todos ellos, mi agradecimiento y respeto. 

Canarias cuenta con un ecosistema turístico capaz de superar –porque ya lo ha demostrado en anteriores ocasiones– situaciones adversas. Tenemos unos profesionales muy capaces y comprometidos con el sector y con su trabajo. También una planta hotelera moderna y especializada. Contamos, además, con un clima que es la envidia de otros muchos destinos. Y a pesar de todas estas virtudes, que pueden sonar tópicas, sabemos que la recuperación será lenta, pues deberemos hacerla gradualmente, apoyándonos en el turismo interior y poco a poco pasar al nacional y luego al internacional. Pero saldremos de esta y estoy seguro de que hasta reforzados por nuestro saber hacer en los momentos iniciales de la pandemia (caso de La Gomera y el del hotel en Adeje), por todo lo experimentado en esta situación y con un aprendizaje para el futuro: cuando los problemas son globales, las soluciones también deben serlo (esto también va por la Unión Europea, a ver si lo pilla).

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Juan Pablo González es economista y director gerente de Ashotel

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