Desde la casita de mi abuelo

Re-ruralizar nuestras vidas, ruralizar el turismo

8 Jul , 2020  

En estos días de comienzo de verano pospandémico, mientras preparaba mi primera entrada para El blog de Ashotel, me venían a la mente esos veranos de la niñez en casa de los abuelos. Estoy seguro de que prácticamente todos los que me leen recuerdan con nostalgia y cariño aquellos veranos en el campo, en compañía de perros, gatos, gallinas, pájaros, saltamontes, lagartijas… tierra, calor, agua y vida. Y la llegada de ese momento lo esperábamos con ansia; no era necesario más que disfrutar de aquellas noches largas, calurosas y silenciosas, y de esos días luminosos, llenos de aventuras y descubrimientos.

Transcurrieron los años y el campo quedó atrás. Por razones de extraña complejidad sociológica, aquello que cuando niños adorábamos (el campo), ahora de adultos desechamos y nos hemos convertido en perfectos urbanitas, viviendo muchas veces sin tiempo y sin tiempo muchas veces para vivir. Todo lo que significa ‘rural’ tiene una connotación peyorativa… Nos olvidamos de que somos seres vivos y, como tales, necesitamos el contacto con la naturaleza, con los demás animales, con la tierra y con el aire.

Hace algún tiempo que algunas personas, entre las que me incluyo, llevamos apostando con vehemencia por una nueva ruralidad para Canarias. Asistimos con preocupación al paulatino abandono de los pueblos, a la falta de motivación de la gente joven para fijar su residencia en ellos, a la entrada ingente de productos foráneos en los mercados que hace imposible competir en precio con los de aquí, a la falta de conciencia general acerca de lo importante que es un mundo rural bien articulado para el correcto funcionamiento de la sociedad.

Pero esto, las Islas Canarias,  no son en sensu stricto la ‘España vaciada’, que es como algunos profesionales llaman a la extensa meseta de Castilla, repleta de aldeas casi sin gente; cualquiera de nuestros pueblos se ubica a unos pocos kilómetros de los centros urbanos y las conexiones -físicas y online– han mejorado sobremanera. Vivir en el campo es hoy casi un privilegio y una oportunidad, pero ello debe hacerse también con criterios de respeto y de integración en el paisaje y, sobretodo, poniéndolo en valor por parte de las administraciones.

Hace algún tiempo que algunas personas, entre las que me incluyo, llevamos apostando con vehemencia por una nueva ruralidad para Canarias

Era de La Abejera, en el barrio de Las Vegas, Granadilla. Foto: Juanmi Alemany.

 

Vivimos desapegados del campo. Nuestras medianías se han llenado de containers de obras, de casas ilegales, de intervenciones ‘rústicas’ de dudoso criterio en cuanto a su vinculación con el territorio y con el paisaje circundante. Eso era imposible en la época de nuestros abuelos, donde cualquier obra que ellos hicieran, se hacía empleando los materiales de la zona, integrando la misma en el paisaje, cuidando la tierra como su propia casa. Esa es nuestra herencia, lo que algunos llamamos hoy ‘patrimonio’, y de la que va quedando poco íntegro y conservado. Y lo cierto es que si las administraciones continúan con su inacción en cuanto a la protección de esta parte del territorio, la rural, mirando para otro lado ante la enorme cantidad de atrocidades que se hacen por todas nuestras medianías, más pronto que tarde tendremos un campo sin esencia y sin alma.

Una buena parte de nuestros turistas y de nuestros visitantes vienen atraídos precisamente por nuestro patrimonio natural y rural. Sin ir más lejos, sólo en las medianías del sur de Tenerife, nuestros abuelos construyeron decenas de miles de metros de paredes de tosca durante decenas y decenas de años para convertir una tierra aparentemente yerma en cultivable y productiva. ¿La Gran Muralla China? La tenemos aquí, en nuestros campos… hecha por los campesinos para subsistir. Son nuestras huertas, nuestros bancales, nuestros canteros. Lo mismo les digo cuando se les muestra una cueva-vivienda, o cuando les enseñamos nuestras bodegas. Porque gran parte del turista visita los territorios para embriagarse de su cultura y de su tradición, y ese valor incalculable lo tenemos a raudales en nuestros campos.

Una buena parte de nuestros turistas y de nuestros visitantes vienen atraídos precisamente por nuestro patrimonio natural y rural

Creo que tenemos que ruralizar el turismo, acercar más al sector a nuestro campo, porque es el garante de nuestra esencia como pueblo. Pero no de cualquier manera, ni alojar a los turistas en cualquier sitio. El turismo debe acercarse al campo desde el respeto. Si no es así, cualquier día nos invitarán a beber un vaso de vino en una cabaña de madera prefabricada construida al estilo finlandés o en una yurta al estilo mongol, de esas que abarrotan nuestras medianías y se están comercializando como alojamientos turísticos… Y dirán que eso es lo nuestro y que eso es turismo rural. Y eso ya está ocurriendo.

*Imagen destacada: canteros de los altos de Vilaflor, Ifonche. Foto: Juanmi Alemany.

 

 

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Pedro David Díaz Rodríguez es geógrafo, técnico del Ayuntamiento de Granadilla de Abona y propietario de Las Vigas-Vivencia Rural (@lasvigasvivenciarural)

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