No se puede concebir la actividad empresarial sin una estrategia que la respalde y unos objetivos que le marquen el camino. Toda gestión requiere del desarrollo de una estrategia y para alcanzar el éxito es preciso una actitud y un pensamiento estratégicos. Definiremos pensamiento estratégico como el «proceso de pensamiento reflexivo con proyección de futuro que se desarrolla con el objeto de alcanzar una meta en un periodo determinado».
Este concepto se debe a Henry Mintzberg, profesor de Estudios de Gestión en la Universidad McGill (Canadá), quien considera que el pensamiento estratégico se genera mediante la conexión de los distintos puntos de vista posibles (visión poliédrica) con los datos obtenidos a partir de los análisis previos, para llegar a determinar la visión de la empresa.
Se trata, pues, de un proceso de reflexión que permite definir la visión de la empresa, el objetivo que se espera conseguir en el futuro, dónde se quiere estar y qué se quiere alcanzar, a partir del cual se desarrolla la estrategia empresarial que a su vez ha de estar alineada con la misión de la empresa, el motivo por el que existe, su razón de ser.
El pensamiento estratégico nada tiene que ver con los hados o con la inspiración (si realmente existen, tengo serias dudas). Al contrario, es el resultado de un arduo y sistemático trabajo de investigación y análisis de los datos que nos permite proyectar y prevenir el futuro y determinar las posibles oportunidades minimizando riesgos.
El pensamiento estratégico debe ser crítico (constructivo) y cuestionar lo establecido, reformulando las preguntas para obtener respuestas creativas que permitan detectar oportunidades atractivas o demandas insatisfechas en el mercado e identificar nuevos escenarios de futuro.
El pensamiento estratégico ha de dar respuesta a las siguientes preguntas:
Definir exhaustiva y objetivamente la situación actual, el punto de partida.
Determinar el objetivo a alcanzar y el tiempo previsto para ello.
Establecer el camino y las etapas a seguir para llegar a la meta.
Fijar los indicadores que permitan analizar los resultados obtenidos para valorar si el camino es el adecuado o corregirlo, si fuera necesario.
Según Jeanne Liedtka, profesora de Administración de Empresas de la Universidad de Virginia (Estados Unidos), los atributos del pensamiento estratégico son los siguientes:
Capacidad de comprender las implicaciones estratégicas, la creación de valor desde el principio al fin.
Capacidad y determinación que se ha de tener para aprovechar las oportunidades, poniendo foco en el objetivo y evitando distracciones.
Capacidad para conocer y analizar el pasado, el presente y el futuro ‘como un todo’ que permita crear escenarios en el tiempo.
Capacidad para hacer convivir el pensamiento creativo y el pensamiento científico de manera que ambos converjan en la estrategia.
Capacidad para ser receptivos a las oportunidades que se presenten.
Para finalizar me gustaría hacer mención a los hábitos que según Paul Schoemaker, exdirector de investigación del Wharton’s Mack Institute y autor de varios libros sobre gestión estratégica, deben tener los profesionales del pensamiento estratégico:
Disponer de una visión periférica que favorezca la obtención de información que permita cambiar la competencia, derribar los límites actuales de la actividad empresarial y tejer lazos amplios y profundos que faciliten la identificación de nuevos horizontes antes que la competencia.
Disponer de una actitud y pensamiento críticos que propicien la reformulación de las preguntas con el fin de obtener nuevas respuestas, nuevas visiones de futuro, nuevos escenarios. Se trata de desafiar y poner en tela de juicio el conocimiento establecido y las verdades aceptadas.
Disponer de la templanza suficiente para no aferrarse a la primera oportunidad que se presente, analizando y cuestionando toda la información disponible para alcanzar una amplia visión de conjunto.
Disponer de la capacidad de tomar decisiones de forma equilibrada en tiempo y forma, sin dilaciones, incluso en entornos de volatilidad e incertidumbre (entornos VUCA).
Disponer de la capacidad de trabajar en equipo, de generar diálogos abiertos en confianza, aunando las distintas visiones, incluso las críticas. Para ello es importante involucrar a las partes de una forma equilibrada y vinculando a los individuos en la política y la estrategia establecidas.
Disponer de una actitud positiva y de aprendizaje ante la adversidad y, como dice un cliente mío, ‘tener cintura’ para afrontar las distintas situaciones que se presenten. Otorgar un valor breve y suficiente a los éxitos y relativizar los fracasos y las contingencias negativas.
Todo lo expuesto es aplicable a cualquier sector de actividad y, en las circunstancias actuales, muy recomendable para que se lo planteen los profesionales del sector turístico, a quienes permitirá afrontar el futuro próximo con otras perspectivas, generadoras de nuevas oportunidades.
Henry Mintzberg, oportunidad de crecimiento personal, oportunismo inteligente, pensamiento científico, pensamiento creativo, pensamiento estratégico, visión de la empresa
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