Manuel Fernández Cantador, director del hotel Don Manolito
La trayectoria profesional de Manuel está estrechamente conectada con la historia del hotel Don Manolito y su origen, el restaurante Mi vaca y yo, en Puerto de la Cruz, un punto de reunión y referencia de importantes personalidades y profesionales del sector turístico europeo desde su inauguración en 1962 hasta su cierre en 2001. Manuel se incorpora a la dirección del hotel en 1978, también negocio de origen familiar, regentado hasta entonces por su suegro, que pasa a ocuparse exclusivamente del restaurante, también conocido como La casa de la langosta. Los años de esplendor en la cuna del turismo en Tenerife fueron un potente atractivo para famoseos y miembros de la realeza, como la visita de los entonces Príncipes de España, don Juan Carlos y doña Sofía, que comprobaron in situ la excelente cocina de Mi vaca y yo en su luna de miel. Hoy Manuel, ya jubilado, analiza con preocupación una crisis sin parangón y espera para otoño la vuelta de sus clientes. Actualmente, el hotel Don Manolito mantiene aún sus puertas cerradas, sin una fecha exacta de reapertura, pendiente de la reactivación del mercado alemán. Recientemente vacunado contra la COVID-19, rememora en esta entrevista algunas anécdotas de aquellos años y explica cómo ha vivido estos 14 meses de cierre turístico.
‒Aclarémoslo desde el principio. ¿Quién es don Manolito?
‒Era mi suegro, Manuel Sarabia Baute, propietario del restaurante Mi vaca y yo y algunos años más tarde de este hotel. Todo esto empieza en 1962 en la calle Cruz Verde del Puerto. Al ser uno de los primeros restaurantes importantes, todos los turoperadores lo tenían como punto de reunión y encuentro. A mi suegro le planteó entonces un turoperador escandinavo que si conseguía un solar en el Puerto, en una zona céntrica, le financiarían la construcción de un hotel, a cambio de la exclusividad durante unos años, y recuperaban así la inversión. Y así lo hizo.
‒Y se inaugura el hotel en 1967…
‒Exacto, situado en la calle Doctor Madan. Inicialmente se abre solo uno de los tres módulos que tiene actualmente.
‒Y mientras, el restaurante continuó hasta 2001. ¿Qué pasó para que cerrara?
‒Lo que sucedió es que en ese momento, en 2001, ya no había clientela para este tipo de restaurante, pues su cocina tenía productos no precisamente baratos, así que mi suegro prefirió cerrarlo antes que transformar el tipo de servicio que se ofrecía.
‒Vivió su familia una etapa de bastante esplendor en Puerto de la Cruz…
‒Es que en aquellos años había muy poquitos restaurantes en el Puerto y teníamos una clientela con un poder adquisitivo muy alto.
‒¿Qué tipo de productos exclusivos tenía la carta del restaurante entonces?
‒Pues además de langosta, que por eso se lo conocía como ‘La casa de la langosta’, también teníamos caviar ruso, entre otros productos hoy denominados gourmet.
‒Usted se incorpora como director del hotel en el año 1978, casi una década después…
‒Sí, y entrando a dirigir el hotel nos incorporamos, más o menos por esa fecha, a Ashotel, que había nacido en 1977, con lo que yo creo que ahora mismo soy el director más antiguo como miembro de la Asociación, por tiempo de permanencia… Recuerdo que cuando se constituían las mesas de edad en las asambleas, siempre me tocaba estar como el de menor edad, el benjamín.
‒Manuel, ¿cómo está viviendo en lo personal esta etapa en la que parece que comienza a vislumbrarse la recuperación del sector y el fin de la pandemia? ¿Es optimista?
‒La verdad es que soy bastante escéptico en estos momentos. De hecho, mi fecha estimada de reapertura del hotel es para la temporada de invierno; no veo opciones destacadas en verano, porque Puerto de la Cruz es un destino eminentemente alemán y los alemanes en verano tienen muchas otras opciones de vacaciones.
‒¿Cómo recuerda esos días de cierre, en marzo de 2020?
‒Pues con pena y mucha incertidumbre. Recuerdo perfectamente que el último cliente que abandonó el hotel, una vez declarado el Estado de Alarma, lo hizo el 23 de marzo del año pasado. Era alemán. Gran parte de nuestra plantilla ya había vivido un cierre obligado anterior, porque en 1987 sufrimos un incendio muy importante en el edificio central del hotel y tuvimos que cerrar seis meses para prácticamente rehacer de nuevo el edificio. Pero el de 2020 nos cogió a todos muy en el aire; estábamos muy desubicados. Nuestro hotel tiene una plantilla de unas 30 personas, muchas de ellas con una trayectoria larga, pero en los últimos cuatro años ha coincidido que casi el 50% de la plantilla histórica se ha jubilado después de más de 40 años.
‒¿Algún otro momento difícil en estas cuatro décadas?
‒Sí, claro, unos años antes del incendio vivimos la crisis del 83, la segunda crisis del petróleo. Fue un año de mucha incertidumbre, pero no tuvimos que cerrar.
Yo creo que ahora mismo soy el director más antiguo como miembro de Ashotel, por tiempo de permanencia…desde 1978”
‒¿Cuál es el perfil del cliente de Don Manolito?
‒Pues en torno al 85% es de origen alemán, de una edad media de unos 60 años. Muchos son jubilados. Buscan un hotel céntrico, en zona llana, que les permita caminar por los alrededores y que sea tranquilo. Tenemos también un alto porcentaje de clientes repetidores, pero sabemos que nuestros clientes se van haciendo mayores y llegará el momento en que ya no viajen. El 15% restante son polacos, checos, austriacos…
‒¿Se ha planteado usted reenfocar el segmento al que se dirige su hotel?
‒Pues no es una cuestión sencilla, porque vemos que, aunque los que se van haciendo mayores llega un momento en que dejan de venir, se va reponiendo esa misma franja de edad con nuevos clientes habituales. El propio destino, Puerto de la Cruz, está enfocado mayoritariamente a este tipo de turismo. Existe un tipo de cliente que busca un entorno más integrado en la sociedad canaria, con la ciudad y sus residentes, y quiere tranquilidad, sobre todo.
‒En estos 14 meses, ¿qué aprendizaje ha sacado?
‒No me he parado a pensar en eso, la verdad, porque la situación ha sido tan estresante y tan difícil, que hemos vivido casi el día a día. El pensamiento recurrente que he tenido gira en torno a cuándo reanudaremos y cómo. Con 92 habitaciones y tres edificios diferenciados, hemos podido ir poco a poco haciendo el mantenimiento y renovación.
‒¿Cómo ha sido la relación de la dirección con la plantilla en ERTE?
‒Pues una de las fórmulas que nos ha funcionado bastante bien ha sido la comunicación constante a través de un grupo de whatsapp que nos ha servido para comunicar todas las novedades relativas no solo a la situación turística, sino a la gestión burocrática de los ERTE e, incluso, para trasladarnos informaciones personales y vicisitudes por las que puedan atravesar y en las que desde la dirección podamos ayudar. En un hotel pequeño como este, la plantilla al final se convierte en parte de la familia.
‒Tras su etapa de esplendor turístico en los años 70 y 80, Puerto de la Cruz cayó posteriormente en un proceso de obsolescencia del que hace ya algunos años se ha salido, después de diferentes iniciativas públicas y privadas para dinamizar el sector que fue ejemplo en Tenerife y en Canarias. ¿Qué aspectos destaca de esa dinamización o ese cambio y qué cree que queda pendiente?
‒Lo que queda por hacer es lo que venimos reclamando hace años: una serie de infraestructuras fundamentales, como la playa de Martiánez, las piscinas municipales… Porque hace años, en los meses de mayo y junio, venían equipos profesionales de natación alemanes a entrenar y se alojaban en los establecimientos de la zona, entre ellos el mío; hoy se han ido al Sur de Tenerife, porque allí cuentan con buenas infraestructuras deportivas para cumplir esta demanda… Entre lo bueno que se ha hecho, desde la parte privada destaca la renovación de las instalaciones hoteleras, y desde la pública, algunas mejoras de infraestructuras existentes. Nosotros, por ejemplo, hemos renovado buena parte de nuestras habitaciones en los años 2017-2018. Entre las carencias, también falta renovar toda la zona del muelle de Puerto de la Cruz, donde actualmente se sitúa ese aparcamiento de tierra. Aquí podríamos vivir también como destino para el turismo de cruceros que llega a Santa Cruz, pero aquí no hay dónde aparcar una guagua… Se podría aparcar en esa explanada actual, pero su acceso es estrecho para una guagua. Tener turistas de cruceros favorecería mucho al comercio y dinamizaría también las calles del casco. Una de las quejas que nos trasladan los clientes es que no hay dónde dejar el coche.
La situación en estos 14 meses que llevamos de cierre ha sido tan estresante y tan difícil que hemos vivido casi el día a día”
‒¿Tiene esperanza en que las ayudas anunciadas por el Estado puedan contribuir en parte a la recuperación de su empresa?
‒Pues yo estoy preocupado, porque nosotros en 2019 tuvimos pérdidas, precisamente por la quiebra de Thomas Cook, que nos dejó un agujero importante en nuestras cuentas.
‒Parece ser que el criterio de no tener pérdidas en los dos años anteriores a la pandemia para solicitar las ayudas se va a modificar en el Real Decreto Ley, según anunció el mes pasado la ministra Reyes Maroto…
‒Bueno, eso he oído, pero hasta que no lo vea en el BOE… Para nosotros, que somos un hotel pequeño, la quiebra de Thomas Cook supuso una deuda muy elevada.
‒¿Le presionan desde diferentes ámbitos para que abra ya el hotel?
‒No, no, para nada, la situación en estos momentos no está para abrir, al menos en nuestro caso. Es más, algunos me dicen que me lo tome con calma, que para octubre o así. Antes el 60% de mi volumen de clientes lo traía Neckerman (Thomas Cook) y tras la quiebra… pues imaginará cómo nos hemos quedado. También trabajamos con TUI y con Altours, FTI… casi todos alemanes.
‒Seguro que le han preguntado muchas veces el porqué del nombre del hotel. ¿Se ha planteado un cambio?
‒Bueno, el origen del nombre surgió en una comida en Mi vaca y yo con turoperadores alemanes y una agencia de viajes. ¿Y qué nombre le ponemos?, se preguntaron. Dijeron que tenía que ser un nombre muy español, ya que era alemán nuestro mercado mayoritario y eso atraía a los clientes. Lo del cambio de nombre habrá que estudiarlo. Quién sabe.
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