¿Me lo dices o me lo cuentas?

Salir del hoyo

11 Oct , 2021  

No hemos salido todavía de una –aunque aparentemente estamos en ello– y ya nos hemos metido en la siguiente. Ahora que la cosa empezaba a pintar bien nuestros hermanos palmeros están sufriendo una catástrofe que, si bien por suerte no ha supuesto pérdidas humanas, no deja de serlo a nivel económico y en gran medida emocional, dejando una huella −además de la física− difícil de borrar. Uno de los grandes atractivos de nuestras islas, además de su clima y cultura, proviene de su riqueza paisajística, en gran medida aportada por su vulcanismo, pero en contrapartida supone convivir con un riesgo latente en las entrañas de nuestra tierra que, por poco probable, se nos tiende a olvidar que existe. Quizá sea el precio de vivir en el paraíso, un precio relativamente bajo –aunque los que lo han perdido todo no opinarán lo mismo–, pues por lo demás somos un archipiélago bastante resguardado de fenómenos climatológicos adversos y desgracias naturales, mientras que otros lugares están mucho más expuestos –y con mayor frecuencia– a huracanes, terremotos, tornados y gotas frías.

Pero no sólo hay que temer a los volcanes, de hecho hay que ver todo lo que nos ha tocado vivir en cuestión de un par de años. Se abrió la veda con la quiebra de Thomas Cook en septiembre 2019, siguió el episodio histórico de calima en nuestras islas en febrero 2020 y no hace falta recordar lo que sucedió a partir de mediados de marzo de 2020. Un continuo vaivén del que hemos salido adelante, como lo hará el pueblo palmero. Y cuando se calmen las aguas –y las lavas– será el momento de recuperar, reconvertir y reestructurar para que los que han sufrido en primera persona el embate de las coladas puedan volver a lo más parecido a su vida anterior lo antes posible (no sólo tendrán que enfrentarse a una nueva situación económica y personal, sino que el lugar donde vivían ha desaparecido literalmente y se ha convertido en otro totalmente nuevo, ajeno y desconocido, lo que provocará también desarraigo).

Y aunque los últimos dos años hayan sido especialmente intensos aquí en Canarias, ya hemos vivido a nivel global situaciones que poco antes hubiéramos descrito como de ciencia-ficción y que nos han demostrado la fragilidad del ser humano y de nuestro sistema de vida, pero también su resiliencia. El mundo cambió con el 11-S pero 20 años después aquí seguimos. Tampoco nadie hubiera pensado que un volcán en Islandia –a ver quién es el majo que se acuerda del nombre sin mirar en Google– pudiera paralizar el espacio aéreo  europeo durante varios días, también conseguimos salir adelante. También lo de una pandemia que afectaría al mundo entero era el argumento de numerosas series apocalípticas (aunque en la tele las pandemias empiezan siempre en Estados Unidos, ya sea en Atlanta o en un pueblo perdido de Oklahoma… ah no, en Oklahoma son las invasiones extraterrestres) y todo parece apuntar a que también saldremos de esta.

Estas situaciones por un lado evidencian que no lo tenemos todo tan bien organizado ni controlado como nos creemos y que todo es posible, para bien y para mal. Pero por otro, si no mejores –ya saben lo que pienso al respecto–, al menos sí nos hacen más fuertes. Porque por duras que hayan sido algunas de estas experiencias siempre suponen un aprendizaje, tanto para evitarlas como a nivel de crecimiento personal según cómo las viva cada uno.

Por eso habrá que aprovechar todo lo que ha traído consigo el volcán palmero, que ahora puede parecer –y realmente es– malo y desastroso, pero que mirando al futuro significará que La Palma será más grande, físicamente y también en actitud; nos dejará un nuevo paisaje de inmensa y sobrecogedora belleza y supondrá un incentivo más –si es que hiciera falta– para visitar la Isla Bonita. Es muy emocionante ver el apoyo masivo y el ánimo que se ha brindado no sólo desde Canarias, sino desde toda España. Hay que admitir que para según qué cosas no, pero en solidaridad, generosidad  y preocupación por los males ajenos creo que pocos países nos superan.

Cuando todo pase vendrá el verdadero trabajo, pero no me cabe ninguna duda de que La Palma saldrá fortalecida como isla, como sociedad y como destino turístico.

Y quedaremos a la espera de la próxima sorpresa del destino y del aprendizaje que de ella se derive. Pero lo que sí espero es que, si por fin llega un virus como el de las películas, nos mate a todos rapidito y sin excepción, porque la verdad que no me veo atravesando cerebros de zombies a machetazos y además cuando me persiguen me da la risa nerviosa (jugando a “polis y cacos” me pasaba siempre). Tampoco es mucho pedir.

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Fernando Josa Marín es director de hotel

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