¿Me lo dices o me lo cuentas?

Se armó la gorda

21 Abr , 2023  

Los editores del afamado escritor Roald Dahl han decidido pasar su obra por el tamiz de la corrección política y el buenismo, reescribiendo el contenido que consideran ofensivo para los niños de hoy en día –que por lo visto deben de ser muy diferentes a los de antes–. Similar destino le espera a la prolífica Agatha Christie, de manera que toda alusión a tamaños, pesos, alturas y razas quedará eliminada o, como mínimo, modificada, adaptando así sus novelas a las “sensibilidades modernas”. Se evitará describir a un personaje como negro o gitano –con lo cual el mensaje subliminal es que es malo ser negro o gitano– y el que antes era gordo ahora será enorme, lo cual es aparentemente mucho menos ofensivo –probaremos a decirle a la vecina que se ha puesto enorme a ver qué pasa–. Básicamente, se trata de aplicar a la literatura lo que llevamos décadas haciendo en los hoteles –y comercios varios– cuando nos toca un cliente petardo.

No dudo de la buena intención de la medida, pero me da a mí que también a los creadores del NO-DO les guio el afán de hacer el bien y de llevar a las familias muy españolas y mucho españolas por el buen camino, difundiendo su “verdad” y evitándoles las falsedades ajenas y opuestas al paternalista régimen. Estamos acostumbrados a que las autocracias decidan por y para sus ciudadanos, vetando todo aquello que estiman peligroso o pecaminoso y recortando o incluso suprimiendo la libertad de conciencia y de pensamiento. Lo preocupante es que se esté aplicando esta censura de manera normalizada en sociedades autodenominadas modernas y supuestamente cultas. El visionario George Orwell ya intuía este devenir distópico, anticipando en su genial novela 1984 un preocupante Ministerio de la Verdad que casi nos cuelan de verdad en plena pandemia, y es cuestión de tiempo que se implante la Policía del Pensamiento para vigilar y controlar los pensamientos de los ciudadanos de a pie, pues las falsedades –es decir, todo lo que no sean sus verdades– deben sin duda perseguirse.

La moral es muy subjetiva, por lo que esas sensibilidades modernas de hoy o de aquí pueden pasar a ser terriblemente arcaicas en otro momento o lugar. Por eso es una absoluta aberración modificar, reescribir o mutilar cualquier creación literaria, pues la misma fue concebida por su autor con cada una de sus palabras, tildes, puntos y comas, y es reflejo también de la época y la sociedad en que se escribió. En realidad, esta burda acción de los editores –al igual que la de Papá Estado en los otros ejemplos– está dando por sentado que nosotros, los ciudadanos, no tenemos criterio, ni capacidad de raciocinio ni derecho a equivocarnos. Es un verdadero atentado a la libertad de expresión y pensamiento, ejercido además sobre dos autores que no tienen derecho a réplica, por parte de unos editores que están decidiendo –unilateralmente y de acuerdo a sus propios códigos y creencias– qué es lo correcto y lo dañino para las personas y la sociedad, una tarea que nadie les había encomendado y que desde luego no les corresponde.

Visto lo visto, me puedo imaginar una versión infantil del Mein Kampf o un especial del Marqués de Sade para eunucos. La verdad es que la cosa pinta muy morena, si seguimos así se acabará armando la enorme…

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Fernando Josa Marín es director de hotel

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