Tranquilos, no se alteren. No voy a hablar del famoso piquito que le dio el Rubiales a la Jenni, que ya llevamos mes y medio con el tema y no creo que haya ser humano sobre la faz de la Tierra que no haya visto el vídeo desde arriba y desde abajo, en el vestuario, en la guagua, en el avión, comiendo una manzana, con la botella de cava, dimitiendo, sin dimitir, ofreciendo medio kilo al entrenador, destituyéndolo, convocando, sin convocar… y lo que nos queda (esto pinta que será más largo que la venganza musical de Shakira).

Pero es que muchos de los eventos y situaciones acontecidos este verano –y también al comienzo del otoño– han tenido que ver, ya sea de manera directa o indirecta, con esta parte saliente de la cabeza de las aves, compuesta de dos piezas córneas, una superior y otra inferior, que terminan generalmente en punta y les sirven para tomar el alimento.

Ha quedado demostrado en este verano electoral –si es que no lo estaba ya de antes– que somos un país en el que la política no consiste en hacer las cosas lo mejor posible y tratar de convencer de ser la mejor opción, la meta –abiertamente expresada y totalmente indisimulada– es buscar votos hasta debajo de las piedras, para lo que la mayoría de políticos se valen de su pico de oro en lugar de intentarlo a base de pico y pala. Parece que el fin justifica los medios.

Si usando el mismo idioma ya costaba que se entendieran en el Congreso de los Diputados, ahora que se usarán todas las lenguas cooficiales ya lo podemos dar por imposible. Por supuesto que hay que defender y preservar las diferentes lenguas de España –no sólo esas, hay muchas otras–, y está muy bien poder expresarse libremente en el idioma que se quiera, pero siendo el Congreso un lugar de debate, de legislación y de control que representa a todos los españoles debería primar la eficiencia y la eficacia y enfocarse en lo que nos une, más que en lo que nos separa.

Yo parto de la base que una película doblada siempre pierde –y mucho– sobre la original, pues normalmente hay expresiones y palabras que no son traducibles literalmente y se pierde parte del mensaje, incluso por el simple hecho de cambiar la entonación que el autor deseaba dar. Entiendo que pasará lo mismo con el servicio de intérpretes del Congreso –que por cierto, imagino que costará un pico, aunque al menos creará empleo–, como de hecho pasa cuando uno asiste a una entrevista con traducción simultánea, en la que la inevitable monotonía de la entonación del traductor puede convertir en soporífera la interesante intervención del más entretenido ponente. De hecho, el Congreso de los Diputados ya se ha lavado las manos y ha confirmado que no se responsabiliza de las traducciones simultáneas, aceptando sólo la validez de la intervención original –ya se huelen el lío–. Además, la traducción se realiza únicamente del catalán, euskera o gallego al castellano y viceversa, pero no del catalán directamente al euskera, o del gallego al catalán, con lo cual los diputados vascos escucharán la intervención de los catalanes en castellano, siendo por tanto bastante imperfecto ese supuesto derecho a utilizar la lengua propia en la Cámara. Desconozco si quizá, para evitar tamaña injusticia, harán a futuro una traducción simultánea de la primera traducción simultánea; si es así no quiero imaginarme el mensaje final que le llegará al destinatario, ya veremos si no acaba esto como el Rosario de la Aurora o Rosari de l’Aurora.

Hemos tenido también picos en los precios de los suministros y en los artículos que conforman la bolsa de la compra en general, llegando a máximos históricos en determinados bienes en particular e incluso al cuasi desabastecimiento en nuestras islas de productos básicos para la dieta canaria como el aguacate o la papa. Yo, que no soy especialmente religioso –aunque paradójicamente profeso una profunda devoción,  o quizá debería llamársele cariño a mi Virgencica del Pilar–, no pude evitar exclamar hoy un sonoro “habemus papam!” aunque sin humo blanco cuando pude encontrar por fin y sin esperármelo el añorado tubérculo en el lineal del supermercado. La culpa de todo la tuvo el Leptinotarsa decemlineata o escarabajo de la papa, del que los cultivos de nuestras islas están libres y que al detectarse en el condado de Kent en el Reino Unido –el mayor exportador a Canarias– produjo el cerrojazo por razones fitosanitarias a finales del pasado mes de julio. Al coincidir con una época en que no hay producción propia –de agosto a noviembre– ni en el resto de países de los que se podría importar, como Chipre o Israel, se derivó en esta inusual situación de mucho pico que alimentar y poca papa.

La gente sigue con ganas de viajar y disfrutar después de los años duros del covid y, como el dinero cunde menos, prefiere reducir la estancia y/o medir un poco más el gasto, pero bajo ningún concepto sacrificar las vacaciones y las salidas con amigos y familia. Nos gusta demasiado andar de picos pardos.

También el calentamiento global nos ha traído el verano más cálido desde que hay registros, con picos de temperatura nunca vistos ni sudados anteriormente, así como  lluvias torrenciales insólitas en la península y en lugares como Hong Kong o, este mismo viernes, Nueva York. No fue el calentamiento el culpable del incendio en Maui (Hawaii), el peor desastre natural de los Estados Unidos del último siglo. Tampoco lo fue del terrible incendio que sufrió nuestra querida isla a mediados de agosto –aunque desde luego sí agravó las consecuencias y complicó su extinción–, el más devastador de los últimos 40 años y el más grave de 2023 a nivel nacional, y que fue dado por controlado casi un mes después de su comienzo, quemándose catorce mil y pico hectáreas. Una verdadera tragedia medioambiental y también, cómo no, humana.

La verdad es que podría pasar horas hablando de picos –excepto en su acepción chilena o boliviana–, de hecho casi me olvido de nombrar el más majestuoso, el de nuestro admirado Teide, al que pensaba subir de nuevo a primeros de septiembre, pero no pudo ser por condiciones climatológicas adversas –allí arriba, porque aquí abajito se estaba de maravilla–. Pero seguro que ustedes tienen bastante mejor plan que el de leerme hablando de picos, no el del Teide, que es fabuloso.

No se preocupen, ya termino. Soy consciente de que ha llegado el momento de cerrar el pico.

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Fernando Josa Marín es director de hotel

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