José Ramón Rodríguez, director del hotel Andorra, Tenerife
Aunque nació en Sevilla hace 63 años, desde los dos se vino con su familia a vivir a Tenerife. Desde su más tierna infancia, ya recuerda a su padre como director de hotel, por lo que el mundo hotelero lo vivió muy de cerca. Con 14 hacía ya pequeños trabajos como camarero en el establecimiento que dirigía su progenitor y al terminar el Servicio Militar decidió ahondar en su formación y estudió Técnico de Empresas Turísticas, título que se exigía entonces para dirigir hoteles. Tras un paso inicial de unos años en la dirección del antiguo hotel Tenerife Tour (Las Caletillas, Candelaria), desde febrero de 1987 es director del Andorra, en Playa de las Americas, un hotel independiente que pertenece a una familia catalana con negocios en otros sectores económicos. José Ramón se considera una persona afortunada que, a lo largo de su trayectoria, ha tenido la libertad de dirigir este hotel con gran independencia en la toma de decisiones y con la confianza absoluta de sus propietarios. Pero reconoce que su trabajo no sería bueno sin el equipo con el que cuenta. Ahora, a las puertas de su jubilación, se sabe tranquilo por quien pueda sucederle en la máxima responsabilidad, que será probablemente alguien de su grupo laboral cercano. Sus dotes de liderazgo, aunque él no lo mencione, lo llevan a otras facetas de su vida: desde organizar las comidas de amigos hasta presidir un grupo de bomberos voluntarios.
−Atesora usted bastantes anécdotas de su larga trayectoria profesional, pero su llegada a la dirección del Andorra fue también fruto de circunstancias curiosas, alguien que en principio pensó que le pedía un favor a usted resultó que el favor se lo hizo él. ¿Cómo pasó de dirigir el Tenerife Tour (Las Caletillas) al Andorra?
En aquella época, en Puerto de la Cruz, se visitaban las agencias de viaje en busca de clientes y otras gestiones. Yo tenía 26 años y creo que le caí simpático al director de una agencia. En una ocasión me mandó a llamar y me dijo “¿tú eres del sur, verdad? Tengo un señor catalán que está construyendo un edifico turístico en Las Américas y me ha comprometido para que le presente a un director. Como tú comprenderás no voy a comprometer a ningún amigo mío. Me harías un favor si vas tú a la entrevista, así yo he cumplido y si te va bien pues mejor para ti. Y aquí estoy 37 años después; la verdad es que el favor me lo hizo él a mí.
−Casi toda su vida laboral en la misma empresa no es algo común. ¿A qué cree que se ha debido? ¿No le han hecho otras ofertas en todo este tiempo?
Bueno, un río no se construye. Empieza a llover y el agua va horadando el paisaje y al final llega al mar. Creo que mi vida en esta empresa ha sido así. Me dieron la oportunidad y las circunstancias y el esfuerzo personal hicieron el resto. Esta familia confió en mí, y mucho, desde el primer momento. Algún golpe de suerte también hubo que ayudó. Recuerdo que no llevaba ni dos meses contratado, con ¡el edificio aún sin terminar!, cuando un turoperador me adelantó varios cientos de millones de pesetas (año 1986) como depósito y señal. Creo que esto llamó la atención de mi jefe, que se marchó de la isla y ya no volvió más que de visita, muy de vez en cuando, en una clara muestra de confianza en mí. Sí he tenido algunas propuestas, pero por H o por B no las cogí. Después llegó el momento en que me quedó claro que este era mi sitio y una familia a quien dedicarme profesionalmente.
−El Andorra es un hotel que no está en primera línea de playa, pero sí se ubica en un enclave turístico como es Playa de las Americas. ¿Cómo definiría usted el tipo de establecimiento y su modelo de negocio?
Comenzamos como apartamentos de tres llaves y tras varias gestiones y ampliación de servicios nos transformamos en un hotel de tres estrellas. La ubicación, que creo que es nuestro valor 10, y la versatilidad de las posibilidades de alojamiento, desde solo alojamiento, hasta media pensión, conforman nuestro atractivo y triunfo como negocio.
−Y en el caso del perfil de sus clientes. ¿Cómo ha evolucionado en las últimas décadas? ¿En qué porcentaje se divide hoy su venta directa y la que viene por touroperación?
Siempre nos hemos adaptado a la demanda del mercado. En los comienzos aceptábamos hasta cuatro adultos en solo alojamiento; teníamos una media de 3,2 personas por unidad. Hoy día el máximo es de dos adultos más un solo niño y nos movemos en una media de 1,9. Por supuesto hemos firmado todo tipo de contratos. Hoy día no dependemos de la turoperación y el 70% de nuestros clientes son directos, con lo que ello supone de disminución de deuda e impagos.
−Explíquenos de forma resumida cómo es su día a día en el hotel y con qué equipo humano cuenta actualmente.
Con casi 100.000 pernoctaciones al año entenderán que puede ocurrir de casi todo lo imaginable. Lo cierto es que el día a día es muy entretenido, trabajamos personas para personas y todos nuestros colaboradores son personas también. Esto supone un número indeterminado de posibles combinaciones y los resultados son muy variados. Yo siempre digo que soy un hombre muy afortunado en muchos aspectos de mi vida, uno de ellos ha sido poder confeccionar mi propio equipo; gran parte de él lleva unos 30 años conmigo, y esto supone un bagaje maravilloso y sin el cual no habría sido posible llegar hasta aquí.
−Tras la pandemia, uno de los cambios de tendencia más extendido es que las reservas de última hora han crecido y que hemos aprendido a vivir también en escenarios de más incertidumbre económica. ¿Cree que en general los hoteles, y en particular el suyo, se han adaptado a este cambio de paradigma?
Bueno, lo cierto es que nosotros ya habíamos comenzado un cambio en la comercialización, tal y como dije con anterioridad, pues apenas dependemos un 30% de la turoperación clásica. Y aunque, como a todos, la pandemia nos afectó económicamente, somos una empresa muy saneada y sin apalancamientos, por lo que nos hemos adaptado muy bien al nuevo escenario, tanto económico como turístico.
−El Andorra también tiene una relación especial con Ashotel, porque entre sus instalaciones se encuentran las aulas del Centro de Formación donde la patronal hotelera imparte mucha de la formación que gestiona. ¿Recuerda cómo surgió esta relación?
Bueno, desde los cursos experimentales al respecto del antiguo Icfem o Forcem, hace ya 40 años estuve relacionado con ello. En un principio teníamos una academia en nuestras instalaciones y cuando Ashotel estableció su propio equipo de formación les ofrecimos nuestras aulas. Soy incapaz de recordar cuántos miles de personal han pasado por aquí.
−Precisamente, la formación y el reciclaje profesional del personal hotelero es hoy uno de los ejes que buena parte del empresariado considera fundamental, aunque a veces no se encuentren en nuestra isla perfiles para algunos puestos. ¿Cuál es su diagnóstico particular al respecto?
La falta de una legislación eficaz al respecto hace que se incorpore mucha gente sin formación alguna, no sólo la básica, sino profesional. No puedes trabajar de socorrista, vigilante, peón albañil etc… sin un título o curso habilitante. Pero sí puedes ser cocinero, camarero (que manipulan alimentos y deberían conocer unos mínimos higiénico-sanitarios) recepcionista, mantenimiento, camarera de pisos o director sin formación o titulación alguna. Creen que cualquiera sirve para cualquier puesto y eso es no es así. Podríamos alargarnos mucho en este punto, de hecho me apasiona, creo en la profesionalización de la hostelería, gran asignatura pendiente.
Creo en la profesionalización de la hostelería, gran asignatura pendiente
−De cuando comenzó a trabajar en los hoteles a hoy, ¿en qué áreas en general cree que se ha avanzado más o se ha profesionalizado más este sector?
Donde más se ha avanzado es en administración y front-office, gracias a la ofimática. El tema de la profesionalización está muy verde, me volvería al apartado anterior, pero también hay que reconocer que hay grandes profesionales, sobre todo hechos a sí mismos, en todos los departamentos y categorías. Esto es intrínseco a la persona, educada con principios e interés, pero este perfil está mezclado con una marabunta de inútiles oportunistas que los eclipsan, como sucede en todos los sectores.
−Tras tantos años relacionándose con clientes, seguro que atesora anécdotas interesantes, incluso divertidas. ¿Puede contarnos alguna que recuerde con especial cariño?
¡¡¡Uy!!!, no sé si decirte que esperes por mi libro Bueno, tengo una que no viví en primera persona, pero me consta su veracidad y tiene mucho que ver con que en este sector trabajamos personas al servicio de personas. Te cuento: un recepcionista estaba enseñando una habitación a una señora cuando esta, tras recibir una llamada, comenzó a sollozar. El recepcionista se interesó en qué le pasaba y esta le contestó que su hermano se encontraba muy enfermo, a lo que el recepcionista le ofreció un gran abrazo. Aunque algo sencillo, creo que este debería ser nuestro lema.
−Y ahora que se jubila, ¿cómo le gustaría ver al sector hotelero de Tenerife en la próxima década? ¿Qué revolución queda por hacer, desde su punto de vista?
No creo que sea posible, pero me reitero en la profesionalización del sector, que para acceder a un puesto haya que estar bien formado y acreditado en un registro que dé dignidad a esta profesión tan bonita y antigua. Es el único tema que quizás me mantendría activo si cupiera la posibilidad de conseguirlo.
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