En mis dos post anteriores analizaba las causas que nos han conducido al actual debate social en torno al modelo de desarrollo del Archipiélago. Termino hoy con esta serie proponiendo algunas soluciones, que no serán las únicas ni las mejores, pero son las que he meditado.
1.- Control de la población. Se trata de resolver un problema de pura física: en un espacio finito no puede asentarse una población en continuo crecimiento. Sabemos de las dificultades para limitar la entrada de población de la Unión Europea, pues la libertad de movimientos y de residencia es uno de sus pilares, pero se debe empezar entonces por la población de terceros países. Y tras esta afirmación no hay ningún tinte xenófobo ni de clasismo –y los que me conocen, lo saben ampliamente–. Pero con una población que no para de crecer, los problemas actuales también seguirán creciendo.
2.- Planes de vivienda. Aquí tiene que darse un conjunto de soluciones públicas y privadas, tanto en el ámbito estatal como autonómico.
3.- Planes de inversiones en infraestructuras. No se pueden eternizar las decisiones para acometer infraestructuras en Canarias. Detrás de esta ralentización histórica están algunos de los problemas: retraso del anillo insular de autovías o las inversiones en depuración de aguas residuales, ambos en Tenerife, son buenos ejemplos de ello, por no decir la contestación social que genera cada nuevo proyecto que se plantea, como los de los trenes de norte y sur. El del sur tenía previsto empezar inicialmente las obras en 2010 y terminarlas en 2017.
4.- Movilidad insular. A mi juicio, la solución está en reducir el número de vehículos particulares de la carretera y fomentar el transporte colectivo, tanto público como privado a la demanda, y tanto para residentes como para turistas. La gratuidad del transporte público, aunque positiva en principio, ha generado un aumento de la demanda no correspondido con un crecimiento en paralelo de la oferta, especialmente en el transporte en guagua. Esto está generando una percepción negativa por parte de los usuarios que ven el servicio, en general, saturado y con problemas en frecuencias en algunas de las principales líneas. Además, el no carácter prioritario de paso de la guagua en las carreteras de la isla, la hace competir con el vehículo en tiempo y en espacio.
5.- Control de acceso a los espacios naturales insulares. El hecho de que el Parque Nacional del Teide sea el más visitado de España debería darnos claras pistas de la necesidad de contar con un minucioso plan de uso y gestión que proteja a toda la biodiversidad que alberga. Resulta necesario limitar el número de visitantes y también la limitación de acceso con vehículos particulares. Quizás un modelo de gestión como el de los Parques Nacionales de Norteamérica, donde se paga por entrar a ellos (y no poco) pero también se recibe servicios de calidad a cambio (guías, parking, restauración, etc) puede ser interesante analizar.
6.- Debate sobre la ecotasa. Debería ser un debate constructivo y si se acaba implantando debe ser finalista para la mejora y recuperación del espacio público turístico y con un modelo de gobernanza público-privado.
7.- Limitación del número de turistas. Debería estar claro a estas alturas del debate que el número de turistas que puede albergar Canarias no puede tratarse como un récord a superar cada año, cosa que en realidad parece estar ocurriendo si vemos los titulares de la mayoría de los medios de comunicación. De la misma forma que en un territorio finito no cabe una población residente “infinita”, tampoco puede caber una población visitante que no para de crecer. La cuestión es ¿cómo se hace? Yo opino que debe hacerse desde el lado de la oferta turística, no desde la demanda, pues no se puede prohibir la entrada a territorio comunitario de ciudadanos europeos, que es de donde proceden la mayoría de nuestros turistas. Por tanto, esto implica establecer regulaciones para limitar la aparición de nueva oferta, más allá de la que determina la disponibilidad de suelo y/o reducir aquella parte de la oferta actual que genera poco valor y que atrae a un segmento de turismo que no es el que más nos interesa como destino. Esto puede hacerse mediante incentivos a la renovación, permitiendo el aumento de categoría, por ejemplo, con una reducción de camas o el traslado a otras zonas no saturadas. Desde luego, no es un tema fácil, pero considero que hay que abordar un análisis en este sentido más pronto que tarde. Además, las Directrices de Ordenación del turismo de 2004 ya abordaban muchos de estos aspectos que convendría reconsiderar, dado que no fueron aplicados o lo hicieron de forma tibia.
En definitiva, he intentado hacer un recorrido por las causas que creo que están en la base de la situación actual que se vive en Canarias en relación con el debate sobre el modelo turístico y también apuntar algunas posibles soluciones que pueden abordarse como parte de la solución, de la cual no tengo todas las claves, ni mucho menos.
El turismo para Canarias es la solución, no el problema. Es cierto que, como toda actividad económica con gran implantación en un territorio limitado y frágil como son las islas, genera externalidades negativas que conviene identificar y atajar, pero quienes atacan al turismo como causa creo sinceramente que tienen más carga ideológica que racional y, aunque la respeto, no la comparto.
Considero que ese debate que se plantea desde muchos ámbitos debe darse, pero garantizando la representación de todas las posturas y, desde luego, con el respeto a todas ellas. Además, debe estar basado en datos contrastados y eso, a mi juicio, solo puede y debe hacerse desde la Academia. Me refiero a las dos universidades canarias, que cuentan con grandes investigadores en el ámbito del turismo que pueden dirigir y liderar ese amplio debate sosegado en torno a nuestro principal sector económico. Lanzo el guante, con la intención y esperanza que sea recogido por quien corresponda.
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