Cuando Peter se enteró de que me había venido a vivir a Tenerife por trabajo, me escribió una larga carta. Peter y yo nos conocimos en Irlanda en 1995. Era mi vecino y vivía justo en frente de mi casa, al otro lado de la calle Elm Park (Tramore). No pasamos muchos ratos juntos, pero las pocas veces que conversamos nos bastaron para saber que nos caíamos muy bien. Para mí fue una sorpresa recibir esa carta un año después de mi marcha, ya que teníamos vidas muy diferentes y, la verdad, nunca imaginé que volvería a saber de él.
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