Cada continente es un universo de culturas y razas. Cada país es un mundo. Cada ciudad, un entresijo de calles llenas de vida y personas de diferentes lugares. Cada destino es una joya por descubrir, cada hotel es un enclave único donde se combinan gentes con diferentes etnias, orígenes, tradiciones, religiones y costumbres, que le aportan una brillante multiculturalidad, el verdadero tesoro de nuestro planeta.
Quizás en estos tiempos, en que tanto ha aumentado el individualismo y vemos a menudo en nuestra sociedad casos y expresiones de racismo y xenofobia, no esté de más recordar que la multiculturalidad no es una amenaza, sino un lujo.
Gracias a la globalización, los viajes permiten que cualquier ser humano, independientemente de cual sea su lugar de origen y procedencia, pueda conocer y relacionarse con otro. Y de esas interacciones siempre surgen historias inolvidables, recuerdos imborrables que ayudan a hacer de la estancia una experiencia que en ocasiones nos marca de por vida y nos hace, siempre, un poco mejores.
Cada cultura tiene costumbres únicas, hábitos que han perdurado durante generaciones. Como gestores y trabajadores de un hotel, nuestro trabajo es conocer esas culturas, respetarlas y naturalizarlas. Debemos tener siempre muy presente de dónde son nuestros clientes y qué normas debemos respetar para que se sientan mimados. Fundamentalmente, que perciban sin tener que decirlo que respetamos profundamente sus diferencias y particularidades.
El cliente de lujo está muy acostumbrado a viajar por todo el planeta. Sabe que en los exclusivos resorts donde se aloja el equipo de profesionales con el que tratará habrá de tener conocimientos de “usos y costumbres diferentes”, será open minded, sensible en el trato y sabrá gestionar peticiones que podrían parecer inusuales. Esta parte de la atención al cliente se puede enseñar al equipo y es un apartado que nos preocupa especialmente en Las Terrazas de Abama, donde tratamos de que el viajero se sienta como en casa. Son detalles que pueden hacer de cualquier estancia una experiencia inolvidable y fidelizar a nuestra clientela.
Otro aspecto apasionante es que los viajeros de lujo se diferencian no solo por sus costumbres, sino también por su concepción del significado de la exclusividad. El llamado ‘lujo asiático’ es, por ejemplo, a nuestros ojos, algo exagerado, suntuoso y hasta excesivo. Pero es su lujo. En los países del Golfo Pérsico, todos ellos musulmanes y árabes, es bien sabido que el lujo se traduce en pura exclusividad. Lujo es marca, es hacer visible que una persona puede adquirir productos de firmas de moda conocidas, reputadas y de alto valor económico. Y en Europa, el lujo es muy a menudo la búsqueda de la elegancia, lo clásico y hasta lo tradicional.
Dicho esto, siempre es un peligro generalizar. La excelencia, en cada país, tiene sus propias reglas, protocolos y tendencias.
La hotelería de más alta calidad, dirigida al público más exigente, está sin duda habituada a desenvolverse en la multiculturalidad de nuestro siglo XXI. Y la verdadera expresión del lujo siempre estará en la diversidad, en facilitar que la experiencia humana dentro de nuestros establecimientos sea enriquecedora, en exaltar el espíritu de tolerancia y respeto a lo diferente.
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Tu blog es muy interesante Ángela y no puedo estar más de acuerdo con él.
Sin duda alguna, una de las muchas claves del éxito reside en acoger y adaptarse a la heterogeneidad que caracteriza a nuestros clientes.
Saludos desde Tenerife,