A mediados de noviembre pasado, en mi última reflexión en este blog, hablaba de lo “brujo” que tiene que ser uno para hacer una planificación más o menos acertada de cara al presupuesto para este año 2022, que se suponía iba a ser el de la plena recuperación después de la pandemia. “No escupas pa´arriba que seguro te mojas”, dice un dicho popular.

Y hablo de algo que ya se veía hace cuatro meses, pero es que este caballo −la inflación− va a puro galope, como si no hubiera un mañana. Ya no es solo que la energía está en unos niveles inasumibles para los ingresos que generan las empresas turísticas, es que todo aquel que ha podido revisar sus precios e intentar ajustarlos a su producción, lo ha hecho: lavanderías, proveedores de alimentos y bebidas, empresas de mantenimiento, etc. En los hoteles, no podemos.

En el sector de turismo alojativo, lo de ajustar precios −en este caso para subirlos− es mucho más difícil y sobre todo a largo plazo. Los contratos con turoperadores ya firmados para los próximos meses impiden, en la mayor parte de los casos, repercutir el incremento de costes en el cliente final. La única opción es subir tarifas en la venta directa, pero tampoco es una solución a corto plazo para los hoteles vacacionales, a no ser que su venta directa supere el 70%, y esto no se da en ningún hotel cuya clientela sea para “vacaciones”.

Esta galopada de precios no se va a frenar de golpe, pero lo que sí puede pasar es que vaya bajando su ritmo hasta tener un trote más o menos llevadero, y la única forma rápida de lograr pasar de un galope incontrolado a un trote pausado, sin matar al caballo, es con una reducción de la carga impositiva, ya que es la medida que hace que el consumo de las familias y las empresas se mantenga o incluso crezca. Una rebaja de precios, hecha además por un actor (el Gobierno) que no es parte involucrada en las transacciones, solo conduce a que una de las partes suba ese mismo precio de su producto para compensar ese descuento, que vete tú a saber cuándo te lo van a reembolsar.

El periodista Vicente Vallés dijo el 30 de marzo una frase para enmarcar: “Ningún español de menos de 40 años ha visto nunca una escalada de precios hasta el 9.8% en la inflación, que es subir 2.2 puntos con relación a los precios del mes de febrero”.

Muchos de los que trabajamos en turismo hemos vivido, o siguen viviendo, en América Latina, donde la inflación y las devaluaciones de la moneda nacional crean el mismo problema que estamos viviendo en estas semanas en España. Pero allí están acostumbrados y saben cómo gestionar la economía doméstica con todas las fluctuaciones de precios. Aquí ya nos olvidamos de cómo era la vida hace 40 años.

Esos problemas eran menores si tenías tu salario en moneda extranjera; en esos casos, cada incremento de la inflación, unido a la depreciación, hacía que ganaras en poder adquisitivo. Esto no se va a dar en España (solo existe una única moneda), y hay que tenerlo muy presente.

Se trata siempre de saber cómo abordar los problemas. Si tienes experiencia, lo llevas bien; si te toca por primera vez, vas perdido.

Solo vivimos una situación similar cuando en 2002 entró en circulación el euro. Les cuento una experiencia personal directa. Trabajaba como director financiero de un periódico regional y el 30 de diciembre teníamos el precio del ejemplar en 100 pesetas (0.60 euros); pues bien, el 2 de enero de 2002 subimos el precio a 1 euro (166,66 pesetas). Así, sin más, y todo por el parecido físico de la moneda de un euro a la de 100 pesetas −seguro que muchos españoles se acuerdan de esto−. Fuera de ese año de nueva moneda y nuevos hábitos, no hemos tenido ningún efecto inflacionista como lo estamos viviendo ahora mismo.

Volviendo al inicio, esta escalada de precios nos destroza cualquier planificación, a no ser que volvamos a reformular el presupuesto, y si hacemos ese trabajo veremos que la rentabilidad esperada hace unos cuatro meses ha quedado totalmente absorbida por el incremento de costes operativos, ya que no se puede subir más la ocupación esperada −ya se pensaba tener una alta ocupación− y, por supuesto, las tarifas no podrán reflejar el incremento que se necesitaría.

Y entonces, ¿cómo gestionamos nuestro negocio, nuestros movimientos de caja? La opción es tener un cambio en la política de impuestos, que nos permita disponer de una mayor parte del precio bruto para la empresa, lo que nos permitirá seguir moviendo la Economía. De otra forma, volveremos a un estado de hibernación de inversiones, que no nos permitirá seguir creciendo. Queríamos salir de una pandemia, no solo sanitaria, sino también económica, pero con las medidas que se están implementando de forma oficial no vamos a lograr absolutamente nada.

Cuánto me gustaría leer esta reflexión a final de este año y ver que el caballo ya va al trote −olvídense de que vaya al paso− y que podamos ser nosotros quienes llevemos al animal, en vez de que sea el caballo quien nos arrastre a nosotros.

, , , , , ,


Francisco Rodríguez es director financiero corporativo de cadena hotelera

1 Star2 Stars3 Stars4 Stars5 Stars ( 2 votos, media: 5,00 de 5 )
Cargando...

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Si continuas utilizando este sitio, aceptas el uso de las cookies. Más información

Las opciones de cookie en este sitio web están configuradas para "permitir cookies" para ofrecerte una mejor experiéncia de navegación. Si sigues utilizando este sitio web sin cambiar tus opciones o haces clic en "Aceptar" estarás consintiendo las cookies de este sitio.

Cerrar