Las afortunadas Islas Canarias, y España en su conjunto, viven un momento muy dulce: batimos récords de turistas cada mes desde hace un par de años. Somos los mejores, el referente mundial, el mundo nos mira con recelo. Vivimos el ciclo más esplendoroso en décadas, sin embargo, es un ciclo más, bueno, muy bueno, pero como dice el dicho «todo lo que sube, baja». Y más pronto que tarde todo va a cambiar, y todos esos clientes que tenemos “prestados” pronto se irán, los récords de turistas se esfumarán y se revertirá nuestra situación.
Y vendrá otra crisis, pero esta será mucho peor que la anterior. La sociedad nos pondrá en su diana una vez más por ser los culpables de la situación, especuladores nos llamarán y de esclavistas nos tacharán.
Tendrán mucha razón y razones nuestros críticos, porque no hemos aprendido nada de la crisis de 2007 y caeremos en la misma trampa: crecer por nuestras posibilidades, sin sostenibilidad económica ni social.
Es un problema que nadie quiere ver y que muchos esconden debajo de las alfombras, hasta que estas no queden cubiertas para esconder nuestras vergüenzas. No podemos seguir batiendo récords, tenemos un techo o un muro, mejor dicho, nuestros clientes principalmente entran por una vía: los aeropuertos. Por mucho que queramos que vengan más turistas no va a poder ser, no pueden aterrizar o despegar más aviones de los que la pista permite, ya hemos llegado a ese límite, no tenemos más capacidad.
Nuestras carreteras están saturadas. Los tinerfeños junto con los turistas han colapsado las vías. Los trabajadores se están quedando sin casas donde vivir porque es más rentable alquilarlas por días o semanas que por meses. Algunas empresas burlan la ley para sacar réditos ilícitos, otros que se hacen llamar empresarios y contratan a trabajadores por horas para realizar jornadas maratonianas.
Pero vamos a echar más leña al fuego: en el próximo año abrirán cinco hoteles nuevos sin saber cuánto más va a crecer la “descontrolada” oferta vacacional. Todo ello con las mismas infraestructuras públicas: hospitales, aeropuertos, carreteras, depuradoras, etc…
¿Merecerá la pena batir los récords o será mejor replantearse el modelo?
La primera tiene una respuesta fácil pero costosa, convertirnos en una isla de cemento y asfalto. La segunda es mucho más complicada, nos tendremos que preguntar qué queremos ser, cuál será nuestro modelo y hasta dónde podemos llegar. Creo que es el momento de actuar antes de morir de éxito.
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