¿Me lo dices o me lo cuentas?

Planeta colleja

9 Oct , 2020  

Desde mi colaboración del mes pasado estoy empeñado en demostrar que la pandemia nos ha hecho mejores. Lo malo es que, por más que lo intento, no encuentro argumentos para defender tamaña afirmación. Más bien al contrario, cuando lo pienso me viene a la cabeza la genial tira cómica de Mafalda en que lee la definición de Democracia.

Quino, brillante humorista gráfico que nos dejó el pasado 30 de septiembre, era un pesimista convencido, aunque con un toque idealista que probablemente buscaba, con sus agudas viñetas y su humor ácido, forzarnos a la reflexión y, en cierta manera, a hacer este mundo un poquito mejor. Por eso me he propuesto rendirle un pequeño homenaje demostrándole –y demostrándome– que, efectivamente, hay lugar para la esperanza y que esta difícil época que nos ha tocado vivir quizá no suponga una transformación radical, y dudo que nos haya hecho mejores, pero sí ha traído algunas cosas positivas. Para ello, lamentablemente, voy a tener que dejar de lado el mundo del turismo, y con más razón todavía el de la política, porque a día de hoy poca o ninguna lectura positiva caben en ellos. Pero al final sacar algo bueno de todo esto era más fácil de lo que pensaba, basta con fijarse en las distancias cortas, en el ámbito personal y familiar.

Por ejemplo, mi primer gran descubrimiento durante la pandemia fue la Thermomix –¡hala!, ya se me escapó la marca… pero si quieren comprar una me dicen que les daré un contacto para que vayan de mi parte–. Casualmente la acabábamos de comprar por recomendación de unos amigos justo antes de que empezara todo esto, y hay que ver el uso que le hemos dado. Hasta yo, negado de la cocina donde los haya, me atreví con gazpachos varios, arroces, fideuás y pastas, presentándolos ante familiares y amigos –siempre en grupos de menos de diez, nunca admitiré lo contrario–  al más puro estilo Masterchef, pero no en plan ‘León come gamba’, sino con diminutivos y todo: un huevito poché sobre parmentier con trufita negra o un arrocito cremoso con verduritas y setitas de temporada…

Otro de mis hallazgos vino derivado de la apretura económica –que también puede llevar consigo de la fisiológica– y la curiosidad gracias a una investigación personal con testeo incluido de las cervezas más baratas disponibles en los supermercados más representativos a 10 kilómetros a la redonda –no me importa servir de conejillo de indias si es por el bien de la Humanidad–. La ganadora de tan peculiar como refrescante competición fue la distribuida por una cadena nacional cuyo nombre viene del cruce de un mercado y una señora –ahora no se me va a escapar que es Mercadona y que cumple sobradamente las tres premisas más ansiadas: es buena (excelente sabor), bonita (con una lata de elegante color verde y nombre de sonoridad contundentemente germana aunque esté elaborada en un pueblo valenciano de brujesco nombre) y barata, muy barata. Lo sé, estarán pensando que qué frivolidad, que ni siquiera es un producto de primera necesidad, pero por lo menos sí de segunda, porque a mí normalmente con una sola no me basta.

Hasta ahora he hablado de beneficios muy subjetivos y personales basados en el descubrimiento o aprovechamiento de algo que ya se tenía o existía –seguro que a cada uno de ustedes les vendrán a la cabeza otros ejemplos aplicados a sus propias circunstancias–. Sin embargo, hay una gran ventaja que ha traído este virus y que no es personal, sino objetiva y generalizada en toda la sociedad, sobre todo la española. Me refiero a la clara elevación del nivel cultural y educativo de gran parte de la población. Sí, sí, como lo oyen. Porque ahora todos nos hemos convertido, sin excepción, en expertos epidemiólogos que podríamos haber evitado este desastre si alguien nos hubiera hecho caso. Algunos han llegado a tal punto de autoconvicción que se han planteado incluso dejar su otra vocación, la de entrenador de fútbol –por lo menos mientras duren las restricciones en las barras de los bares–.

Es normal que la gente pierda un poco el norte en situaciones como ésta, es realmente difícil mantener la mente fría, ser ecuánime y objetivo, no perder mínimamente la cordura. Por eso se puede entender, aunque no justificar, que el Gobierno haya ignorado hasta ahora las recomendaciones de un experto de mi reputación, pero lo que no es de recibo es lo de Calleja saltándoseme a la torera e invitando a su programa a un aficionado como Simón… Y claro, así nos va.

 

 

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Fernando Josa Marín es director de hotel

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Un comentario

  1. Helia Pereira dice:

    Brillante!! Me paso en mercadona mañana, a ver que tal!gracias por este ratito

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